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Las poblaciones femenina e infantil de la ciudad boliviana de Santa Cruz de la Sierra son las destinatarias de la labor que desarrollan las misioneras de la Comunidad San Pablo Apóstol en el centro educativo materno-infantil, en el que atienden a un centenar de niños y a sus madres. Dolores Puértolas, Iramar Guerrero y Mª José Morales, tres de las misioneras que coordinan el trabajo que se lleva a cabo en este centro, se encuentran en Palma para dar a conocer este proyecto y conseguir financiación para el mantenimiento del centro, con el apoyo del Club Elsa. El centro educativo materno-infantil proporciona alimentación, atención sanitaria y educación a niños de 0 a 5 años y ofrece cursos sobre promoción de la salud y nutrición dirigidos a las madres, «ya que la población no está educada en estos aspectos», afirma Dolores Puértolas.

Las misioneras explican que Santa Cruz de la Sierra, situada al sur del país, es la segunda ciudad más importante de Bolivia y, como tal, recibe mucha inmigración procedente del Altiplano en busca de una vida más próspera. El centro materno-infantil está ubicado en un barrio periférico, con una población de 30.000 habitantes de pobre condición social, cuyo índice de mortalidad infantil es de 80 por 1.000. «Desde el principio creímos en la necesidad de un centro de estas características, porque las familias tienen un elevado número de hijos y hay muchas madres solteras. A menudo, las madres dejan solos a sus hijos cuando van a trabajar y hay muchos niños por las calles, que padecen todo tipo de enfermedades, pero, principalmente, desnutrición y afecciones respiratorias», dice Mª José Morales.

Dolores añade que «teniendo en cuenta que las calles no tienen alcantarillado, que muchas de las casas no cuentan con agua corriente y que hacen sus necesidades en letrinas, la salud pública es muy deficiente. Es un cúmulo de circunstancias que provocan que los niños vivan en unas condiciones muy precarias».

En opinión de estas misioneras laicas, que llegaron a Santa Cruz de la Sierra en 1993, lo básico era crear un centro en el que atender a la población infantil, en el que los menores reciben tres comidas diarias, y facilitar a sus madres educación y herramientas para conseguir un medio para el sostenimiento familiar.

La Comunidad Misionera San Pablo Apóstol acaba de poner en marcha otro nuevo proyecto consistente en una unidad de rehabilitación nutricional, para niños de 0 a 3 años, en la que se ingresarán los casos más graves de desnutrición. «Calculamos que podrán pasar por esta unidad unos 80 niños al año», señala Dolores, quien recuerda que en los años de sequía la incidencia de la desnutrición es mayor.