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«Es cierto que existía un riesgo por el efecto 2000 pero éste se ha sobredimensionado». De esta forma resumía Llorenç Valverde, director del departamento de Matemáticas e Informática de la UIB, su visión del fenómeno tecnológico que ha mantenido en vilo a media humanidad, gobiernos incluidos, en los últimos meses. El problema, según asegura, no sólo se limitaba al ya citado de los dos dígitos, (que podía borrar los archivos al pasar del 99 al 00) sino también a los sistemas empotrados que efectúan controles de mantenimiento periódicos y que determinan el periodo de vida útil de la instalación. Si este mecanismo o chip concreto no está preparado para aceptar el doble cero como referencia, explica el experto, todo el sistema se paraliza.

Es por eso, y basándose también en diversos experimentos llevados a cabo en todo el mundo, que Valverde defiende la importancia de los trabajos llevados a cabo para paliar el efecto, tesis que es compatible, por otra parte, con la que asegura que se ha magnificado una circunstancia concreta.

Así las cosas, el profesor universitario destaca que el temido efecto 2000 era, según sus palabras, «un juego a perder» ya que si ocurría alguna desgracia los ciudadanos acusarían a los responsables de «no saber arreglar el problema» y si no ocurre nada, tal y como ha sido, les acusarían de «gastar mucho dinero y de aprovecharse del pánico que generaba el efecto». Según Valverde en el mundo se han gastado 600.000 millones de dólares, (desembolso equiparable al realizado para la reconstrucción tras la II Guerra Mundial), en paliar esta disfunción tecnológica y sólo en España se han gastado 150.000 millones de pesetas, (casi un millón de dólares).

Este dinero gastado, asegura el experto, «va más allá de prevenir el efecto 2000, ya que ha servido para llevar a cabo una innovación tecnológica que era necesaria. Hemos depositado en los ordenadores una confianza que excede, con mucho, la viabilidad real de esa tecnología». Los ordenadores, según las teorías de Valverde, se han introducido en nuestras vidas, «en los espacios más inverosímiles de lo cotidiano». Es por eso que pide una actitud crítica respecto a la fiabilidad que le exigimos a la informática en nuestros días.

«Que la informática es útil y que ha facilitado la vida del hombre es algo que no se puede negar, pero el efecto 2000 debería haber bajado del pedestal la imagen de perfección que tenemos de los ordenadores. Hemos depositado una confianza en ellos que, quizás, no se ajuste a la realidad», asegura. La visión crítica de la dependencia hacia los ordenadores se manifiesta, de la misma forma, en el hecho de que la informática, asegura el experto, «nos convierte en frágiles pero, al mismo tiempo, extiende nuestras capacidades».