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Recién terminada la guerra de los Balcanes, viajamos a Sarajevo con Nadira y su hija, Azra, dos bosnias musulmanas que habían llegado a Sóller a poco de iniciarse el conflicto, como refugiadas. El motivo del viaje fue doble. Por parte de ellas, ver cómo podían rehacer su vida en la ciudad que las vio nacer, a la sazón semiderruida a causa del feroz acoso serbio. Por parte de quien suscribe, ver cómo era el regreso de unos refugiados a su país y de qué modo los recibían sus familiares. Realmente, la experiencia periodística se saldó más favorablemente que la de la madre y la hija, pues mientras de aquel regreso escribimos páginas y más páginas, ellas tuvieron que volverse a Mallorca, ya que las perspectivas que les ofrecía Sarajevo eran más bien pocas. Pasó el tiempo y perdimos la pista de Nadira y Azra, hasta que un buen día volvimos a tener noticias de ellas. «Están viviendo en Sarajevo "nos dijo nuestra compañera Mari Vázquez, delegada de la Cruz Roja en Sóller" y no lo están pasando nada bien».

Nadira, que es mujer de carácter fuerte, a la primera ocasión que tuvo trató de reanudar su vida en Sarajevo, con su hija, que había salido de allí con apenas un año y unos meses. Pero no les fue bien. Azra escribió una carta a Mari Vázquez, en la que le contaba sus penurias a la vez que le pedía que las sacara de allí, cosa que con el tiempo, y no pocas diligencias, se logró. Ahora, de nuevo, están en Sóller.

Azra se ha reencontrado con sus amigos del colegio y Nadira ha encontrado un trabajo en la lavandería que, sin ser nada del otro mundo, les permite ir tirando. Ayer hablamos con ellas. «Al regresar por segunda vez a Sarajevo, pensamos que podríamos encontrar algo que nos permitiera vivir. Yo pensé que, como actriz que soy, en televisión, donde estuve trabajando durante muchos años, me aceptarían. Pero no fue así. 'Lo sentimos, Nadira, pero no tenemos dinero para pagarte', me decían, no sólo desde televisión, sino en todos los lugares a los que fui a buscar trabajo. Y es que Sarajevo, después de la guerra, quedó muy mal. Escaseaba el trabajo para todos, y sobre todo para quienes habíamos regresado una vez finalizada. Y si no trabajas, no tienes dinero, y sin dinero, no puedes comer "tras reflexionar por unos segundos, en que por poco se le escapan las lágrimas, añade con amargura": Hubo días en que lo pasamos muy mal. Nadira, a causa de todo esto, sufría crisis; se ve que en una de éstas escribió aquella carta, aunque en el fondo cuanto contaba en ella era completamente cierto», dice.