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La figura de un Javier Solana, hasta ahora secretario general de la OTAN y hoy flamante responsable de la Política Exterior y de Seguridad (PESC), está marcada por una contradicción a la que hasta cierto punto es ajeno el personaje. Durante los últimos cinco años, Solana se ha significado por ser el secretario más negociador y buscador de consensos que ha tenido la Alianza Atlántica. Y no obstante ha sido también el secretario, el primer secretario, que ha dirigido la organización en la primera guerra en la que ésta ha intervenido en sus cincuenta años de existencia. Ello es algo que no añade ni quita mérito a un labor en su conjunto positiva, pero que inevitablemente caracteriza su trayectoria ante la historia. El Solana conciliador, iluminado por una casi estereotipada sonrisa, ha visto como, bajo su mandato, la OTAN pasaba a convertirse en una organización mucho más ofensiva que defensiva. En cualquier caso no sería justo el evaluar la actuación del secretario saliente tan sólo desde esta un tanto paradójica perspectiva. Solana ha sabido abrir la organización al Este, limando hábilmente asperezas con la aún poderosísima Rusia, aunque sus esfuerzos no han dado resultados tan satisfactorios en lo concerniente a concretar el papel de los Estados Unidos en el seno de la Alianza. Guste o no, la OTAN puede parecer a muchos "y aún más tras la guerra de Kosovo" una especie de apéndice de la política norteamericana, cuando quizás lo que desearía la mayoría sería una OTAN bastante más «europea». Sea como fuere, el español que ha ocupado un cargo más importante en una organización internacional va a tener ahora oportunidad de mostrar sus dotes diplomáticas en su nueva faceta de lo que se conoce como «Mr. PESC». Tal vez a un hombre del talante de Javier Solana le cuadre más esta tarea.