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Cuando varios y variados partidos políticos firmaron el pacto progresista que daría el Govern a la izquierda, todos suponíamos que la legislatura sería, como mínimo, movida. Pero quizá lo que nadie esperaba era que las tensiones y las contradicciones se darían incluso entre miembros de un mismo partido.

Es lo que acaba de ocurrir con el polémico tema de la ecotasa turística. Lo que el conseller de Turisme, Celestí Alomar, declara un día, es desmentido al día siguiente por el propio president, Francesc Antich, de su misma formación política. Si el jueves los ciudadanos estábamos convencidos de que el controvertido impuesto había sido descartado por el Ejecutivo, el viernes ocurría todo lo contrario: la ecotasa continuaba siendo una de las prioridades de la acción de gobierno de Antich.

Quizá se haya tratado sólo de una precipitación del conseller al hacer sus declaraciones en el Parlament, de una mala interpretación de sus palabras o, lo más probable, de la falta de experiencia de este recién estrenado Govern. Pero lo cierto es que la ciudadanía percibe este tipo de «meteduras de pata» como efectos de la poca coordinación que se da entre los miembros del gabinete de Antich. Aunque quizá habría que hablar de falta de coordinación entre los socios del pacto. No hay que olvidar que la presidenta de UM ha ratificado su total oposición a la creación de la tasa turística.

Los otros socios, y sobre el presidente Antich, deberían ser conscientes de que durante esta legislatura no se podrá hacer absolutamente nada importante sin contar con la anuencia de la presidenta de UM. Quienes lo ignoren lo pagarán caro.

Probablemente estemos asistiendo a la repetición de las fricciones que se registraron en el seno del Consell al inicio de la anterior legislatura. Las enérgicas medidas adoptadas por Maria Antònia Munar, con destituciones incluidas, pacificaron el Consell y pusieron a cada cual en su sitio y a Munar en el sitio más privilegiado. Queda por saber si la historia tendrá ahora el mismo final.