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Los resultados electorales que no den gobiernos firmes y estables a través de una mayoría absoluta, deben ser digeridos convenientemente por quienes han de asumirlos, les gusten o no. Así pues, aquellos partidos que precisen ayudas o puedan ofrecerlas han de comenzar una seria reflexión que comience por el análisis del voto a fin de intuir la intención del votante, al que no se puede defraudar.

El Partido Popular, por ejemplo, puede deducir que ha logrado, en Mallorca, los mismos resultados que la legislatura anterior. Pero éstos no evitaron en 1995 que perdiera el Consell Insular. Si a ello añadimos los desastres de Menorca y Eivissa, es evidente la quiebra del partido, que debe regenerarse, gobierne o no.

Recibir ayuda no será cosa fácil porque, en la mayoría de los casos, la llave la tiene Unió Mallorquina, que ha logrado mantener buenos resultados y mejorarlos en muchos e importantes casos como en el Parlament, en Cort o en otros municipios.

Su experiencia con el Pacte de Progrés, salvo algunos problemas con Esquerra Unida, ha sido buena y se le ha premiado, lo que no ha ocurrido igual con sus socios, especialmente el PSM que, no obstante, participa del éxito del acuerdo. Así que, para hablar de pactos, los partidos, además de estudiar sus programas y sus apetencias de poder, deberán diseñar una estrategia de trueque porque algunos acuerdos podrían ser pan para hoy y hambre para mañana.

El día después de las elecciones es, aún, demasiado pronto para hablar de pactos. Unió Mallorquina, especialmente, que es la única fuerza que ha crecido de forma mínima, pero, pese a ello, espectacular, antes de decidir si apoya al PP, al ser la lista más votada, o se decanta por el Pacte de Progrés, debe estudiar por qué se le ha votado.