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PEDRO PRIETO Ayer, día de San Antonio, abogado de las chicas sin novio que lo buscan, fue un día caluroso y soleado. En realidad fue un día espléndido, día de playa... que así estaban todas. Repletas. Mas, la coincidencia quiso también que fuera día de urnas. Eurodiputados, concejales y parlamentarios autonómicos se jugaban el entrar, el seguir o el salir del escaño. Y pese a ser un día espléndido de playa, la gente acudió a votar. Al menos dio esa sencación. A primeras horas y últimas de la jornada fue en tropel, y de forma más tranquila, pero en un goteo constante, a lo largo de la misma. Y entre los votantes vimos a gente joven, no tan joven y jubilada; vimos llegar también ambulancias portando enfermos a votar y monjas frente a las urnas... Porque unos comicios sin enfermos en camilla y monjas votando, no son comicios.

En algunos colegios electorales, verbigratia el instalado en la escuela pública del Coll d'en Rabassa, se inició la jornada de forma confusa: no había listas de votantes, las mesas y las sillas de los colegios no habían sido colocadas y las papeletas yacían en el interior de las cajas, de donde tuvieron que extraerse deprisa y corriendo, y colocarse sobre las mesas más o menos ordenadamente. A todo esto llegaba la hora de abrir, y el desbarajuste seguía, mientras afuera, tres o cuatro autocares, cargados con excursionistas de clubes de la tercera edad, partían sin poder votar, pues el tiempo se les había echado encima y no podían esperar más. También otros ciudadanos, hartos de esperar a que se diera el sus, optaron por irse. ¿Volverían por la tarde...?

Cerca de allí, en la playa de Ciudad Jardín, la mayoría a quienes preguntamos contaron que ya habían votado, y la minoría que lo harían por la tarde o que no votarían.