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Desembarcó en la Isla de puntillas y han bastado veintidós meses para que la afición lo elevase a los altares. Héctor Raúl Cúper, que el próximo viernes recibirá el Siurell de Plata de Ultima Hora , ha capitalizado sin pretenderlo los prodigios del mejor Real Mallorca de todos los tiempos. Cultivador de una concepción del fútbol en la que palabras como grupo y orden se escriben con mayúsculas, el técnico argentino ha cobrado la presente temporada una cuarta dimensión en el escaparate del fútbol nacional y mundial, merced a la incontestable andadura del equipo en la Recopa de Europa y en la Liga. Cúper no esconde secretos. Se jacta de pocas cosas, pero una es la pasión por el trabajo. Gracias a ella ha conseguido crear proyectos de futuro a partir de presentes desarmados y vacíos. Cuando a finales de la pasada temporada recibió como premio a la final de la Copa del Rey y al quinto puesto en Primera División el desmantelamiento de medio equipo, el técnico no se amilanó y volvió a partir de cero. Moldeó a su imagen y semejanza un nuevo grupo e inició lo que a la postre sería la mejor andadura en la casi centenaria existencia del Real Mallorca.

Cúper desconcierta. Maneja un discurso modesto pero le fluye sangre ganadora en las venas. En los proyectos que diseña nunca hay bastante entrega y siempre sobran las estrellas que necesitan un cuidado especial. Nadie es lo suficientemente importante como para sacrificar al grupo, la verdadera razón de su trabajo.

Discípulo de quien fuera su entrenador en el Ferro Carril Oeste, Carlos Griguol, este argentino de 43 años concibe el fútbol como un asunto de colectividad y a los equipos que entrena como organizaciones en las que no hay más jerarquía que la solidaridad entre sus miembros. Ésa es la fórmula que le llevó a conseguir la CONMEBOL "el equivalente americano a la UEFA" dirigiendo el Atlético Lanús y la que le ha catapultado al éxito en su aventura española.