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La concesión de las medallas de oro de la Comunitat Autònoma de les Illes Balears es el tributo que nuestra sociedad debe a quienes desde sus particulares ámbitos profesionales o personales han enriquecido nuestro acervo cultural, político o social. Es éste, sin duda, el caso de las tres relevantes personalidades que lo recibieron anoche: el religioso y músico Antoni Martorell; el político, abogado y escritor Josep Melià, y el filólogo, poeta, humanista y traductor Miquel Dolç, este último a título póstumo.

La contribución de Antoni Martorell va mucho más allá de sus excelentes interpretaciones de órgano y los conciertos que ha paseado por los más diversos rincones del mundo. El galardón quiere reconocer su labor para dotar a Mallorca de una música sacra autóctona.

En el caso de Josep Melià, su análisis de la cultura y de la historia de la Isla resulta fundamental y, por lo que respecta a su faceta política, su contribución al nacionalismo ha sido absolutamente básica.

Miquel Dolç, fallecido en 1994, realizó una ingente labor literaria y de traducción, especialmente de textos latinos y portugueses. Además, dirigió la 'Gran Enciclopèdia de Mallorca', una obra única y de un gran valor para nuestra cultura.

Son sólo éstos unos ligeros apuntes de todo cuanto estas personas han aportado a Balears. Simplemente con este ligero esbozo de la enorme e importante labor que han desarrollado cada uno de ellos ya podemos darnos cuenta de que los ciudadanos de las Islas tenemos una deuda con ellos.

Por todo esto, preciso es reconocer el acierto en la elección de las personas que recibieron el máximo galardón de las Balears. El ejemplo de Antoni Martorell, Josep Melià y Miquel Dolç es, sin duda, un buen acicate para sus conciudadanos.