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Por más que Mallorca sea tierra de artistas, de los que se puede hacer una relación casi eterna, Palma es una ciudad vacía de obras de arte, propiamente dichas, y en sus calles resulta difícil encontrar, salvo raras excepciones, un escultura u otro elemento ornamental, lo cual constituye el mejor ejemplo gráfico de la política que, en esta materia, viene aplicando el Ajuntament palmesano y también los del resto de la Isla.

Por eso no es de extrañar que cualquier elemento que se encuentre en los espacios públicos ciudadanos, observado con especial sensibilidad, pueda ser considerado como una obra de arte espontánea y efímera que, posiblemente, nadie más haya visto como tal aunque la haya mirado.

Es el caso de los materiales que desde hace meses se encuentran esparcidos por la ciudad a causa de las obras del Pla Mirall, y de entre todos ellos, las tuberías de distintos tamaños, materiales y colores que en poco tiempo desaparecerán enterradas por la masa de cemento.

Como cualquier material, un tubería de plástico es sólo una tubería de plástico si no se le sabe encontrar el lado artístico, color, forma y espacio; lo mismo que una escultura puede ser considerada un trozo de mármol si el que la observa no ve más que eso, por mucho que el artista haya puesto todo su saber y sensibilidad en hacer la obra maestra.