TW
3

García Márquez ha captado mejor que nadie el realismo mágico de Sudamérica. Pero la materia prima lo desborda a él y a cualquier otro creador. Si no fuera porque el sufrimiento es real y apabullante, Latinoamérica es hoy una novela que le viene grande hasta a los grandes. Vean.

En Chile, la prevención de la epidemia es cuestionable: el lunes empezaba la vacunación contra la gripe común y las multitudes se agolparon en los ambulatorios creyendo que les puede proteger del Covid 19; el martes, un millón de pensionistas acudió desesperado a los bancos a cobrar su paga; el miércoles, las masas se peleaban para pagar el permiso de circulación y ayer percibían el seguro de cesantía. Los bancos abren una hora al día por prevención; las aglomeraciones que generan, en cambio, equivalen a mil partidos de fútbol, para que el virus pueda elegir. En toda la región, pese a las órdenes, millones de personas no se han quedado en sus casas, simplemente porque no tienen. Los mercados y baratillos siguen saturados. En su portada, el diario La Hora, de Quito, publicaba una foto de un hombre caminando bajo la lluvia, cargando mercancías, con el siguiente titular: «Le temo al coronavirus, pero más le temo al hambre». «En los alrededores de los mercados […] los vendedores […] si no trabajan, no comen, no pagan arriendos y las raciones que han ofrecido las autoridades no han llegado».

Todos han decretado la cuarentena que prohíbe trabajar; los gobiernos asumen los salarios de sus ciudadanos. En Perú, se han acordado dos pagas de 350 soles, 90 euros. Sólo se le paga a la mujer de la familia, para asegurar que el dinero no acabe en una colosal borrachera. En Bolivia, la ayuda es de 500 bolivianos, 65 euros al mes. En Paraguay, se reparte un único «kit de alimentos», con colas en todo el país, y 230.000 guaraníes por familia y mes. Son 32 euros. Ecuador aprobó un bono temporal de 55 euros para 400.000 de los 17 millones de habitantes del país. Argentina, más poderosa, pagará 10.000 pesos al mes, unos 140 euros, a los trabajadores informales.

Noticias relacionadas

En muchos lugares de los Andes peruanos, como Ancash, los vecinos cortan las carreteras a su aire. En Cuzco, una horda enloquecida echó a golpes a unos polacos que acampaban en la montaña. En Puerto Montt el alcalde cerró la ciudad para, minutos después, el Ejército revocar su decisión. En Guayaquil, la alcaldesa cortó la pista del aeropuerto con coches para que no llegaran aviones europeos. La policía detiene en Perú, Ecuador o Bolivia a miles de personas que incumplen la orden de confinarse y los encierra en celdas abarrotadas. El virus debe de alucinar. Granma, el periódico de Cuba, lleva once días consecutivos sin que las palabras Covid, virus o coronavirus aparezcan en su portada. La envidia de nuestros gobernantes.

La ventaja de Sudamérica es que ya sabía por España e Italia lo que les esperaba. Los preparativos, pues, a conciencia. El 30 de marzo llegaron por fin mil reactivos para hacer análisis en Santiago del Estero, Argentina, provincia con casi un millón de habitantes. Mil tests más fueron a Chubut, según Jornada, con foto del funcionario descargando una caja de un avión. Época cuenta que llegaron cinco respiradores a Corrientes, de un millón de habitantes, donde para más desgracia hay un brote de dengue «que en tres meses superó la cifra anual del último caso». En Salta ya han llegado los equipos para los análisis; ahora sólo faltan los reactivos. La Nación de Buenos Aires destaca que el Gobierno «prohibió por decreto los despidos». Vaya disparate de país bananero comenta el periódico. En Rosario, la capital de Santa Fe, más de tres millones de habitantes, sólo pueden hacer 200 análisis al día y se hacen apenas 50. En Santa Cruz, Bolivia, con más de tres millones de habitantes, hay 21 respiradores, pero el Gobierno ha comprado cien más para todo el país, de once millones. Aún no han llegado. La docena de respiradores que compró Paraguay, siete millones y medio de habitantes, se los quedó Estados Unidos y Brasil, según cuenta ABC de Asunción.

Guayaquil, Ecuador, es el epicentro de la epidemia. En El Comercio se ve un cadáver en una acera céntrica: «Guayaquil: los muertos se quedan en las calles». El jueves, la prensa ya hablaba de 700 muertos en dos días, pese a que las cifras estarían manipuladas a la baja. El Universo: «400 muertos por retirar en Guayaquil». Expreso, de la misma ciudad, dice que «El ingenio permite trabajar en tiempo de coronavirus». Y sobre los equipos, apunta que las «Millonarias compras no se ven en los hospitales».

Antes de enloquecer, piensen que siempre nos queda Maduro.