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La violencia no ha cesado en las calles de Irak en las pasadas dos semanas, desde el comienzo de la segunda ola de protestas antigubernamentales tras un primer estallido a principios del mes de octubre, y el saldo total de víctimas mortales es de 269, además de 8.000 heridos, según la ONU.

Este viernes, unas 20.000 personas se reunieron en el epicentro de las protestas en la capital, la plaza Tahrir y sus alrededores, donde corearon lemas en contra de la corrupción y de la injerencia de Irán en el país, exigiendo además servicios públicos, sanidad y educación, y mostrando la unidad de suníes y chiíes en esta revuelta popular.

Tal y como constató Efe, la moral de los manifestantes se mantiene elevada, a pesar de la represión sufrida a diario, que hoy ha dejado unos 30 heridos por asfixia en Bagdad, según dijo a Efe una fuente del Ministerio de Interior.

Un manifestante del populoso barrio de Ciudad Sadr de nombre Abu Ali aseguró a Efe que los iraquíes han aguantado «la corrupción y el robo durante 16 años» y están dispuestos a permanecer en las calles y plazas, incluso «años, hasta la caída del régimen», establecido tras la invasión de Estados Unidos de Irak en 2003.

«Cada día somos más y con una sola voz decimos que queremos un Estado libre de ladrones y asesinos, sin sectarismo ni discriminación, que nos proporcione seguridad y los servicios básicos», señaló a Efe Hasan al Lami, un manifestante de 20 años en medio de las fuertes medidas de seguridad adoptadas en los alrededores de la plaza y las calles que llevan a ella.

Por su parte, la máxima autoridad religiosa chií de Irak, el ayatolá Ali al Sistani, pidió en un comunicado leído por uno de sus asistentes durante el rezo del viernes en la ciudad santa de Kerbala que «rindan cuentas los responsables del asesinato de manifestantes que han sacrificado sus vidas desde hace cuarenta días».

El clérigo que tiene una gran influencia en su país dijo que esta es «una oportunidad única de responder a las peticiones de los ciudadanos», con la vista puesta en «poner fin a una larga época de corrupción y abominable sectarismo, y ausencia de justicia social».

Asimismo, destacó la importancia de mantener el carácter pacífico de las protestas y señaló que «la posibilidad de hacerlo recae sobre las fuerzas de seguridad, evitando el uso de violencia».

La organización Human Rights Watch (HRW) denunció hoy que al menos 16 manifestantes iraquíes han muerto por el impacto directo de cartuchos de gas lacrimógeno, que los efectivos iraquíes están empleando para dispersar las protestas, provocando además numerosos casos de asfixia.

Además, la misión de Naciones Unidas en Irak (UNAMI) aseguró esta semana que 48 de las 97 víctimas mortales registradas desde el 25 de octubre eran «manifestantes desarmados» que perecieron por disparos durante las movilizaciones populares.

Mientras, la Oficina de Derechos Humanos de la ONU en Ginebra confirmó este viernes que al menos 269 personas han muerto, además de 8.000 que resultaron heridas -incluidos agentes de seguridad y militares- en el periodo entre el 1 de octubre y el 7 de noviembre.
Cinco de los fallecidos perdieron la vida anoche en la localidad meridional de Basora, según la ONU, mientras que una fuente de seguridad local elevó a ocho los muertos, además de una víctima mortal entre los efectivos de seguridad, 120 manifestantes asfixiados por los gases lacrimógenos y 40 heridos por otros motivos.

La fuente, que pidió el anonimato, dijo a Efe que se reforzaron las medidas de seguridad en Basora, que es uno de los puntos más calientes en estos momentos, incluido el puerto de Um Qasr, el principal del país y bloqueado por los manifestantes en varias ocasiones en los pasados días.

El portavoz de la Oficina de Derechos Humanos de la ONU, Rupert Colville, dijo en Ginebra que «el número exacto de víctimas puede ser mucho mayor. La mayoría de ellas han recibido impactos de munición real disparada por las fuerzas de seguridad y elementos armados, que muchos han descrito como milicias privadas».

El «uso innecesario, desproporcionado e impropio de armas menos letales, como gases lacrimógenos» ha dejado además más de 8.000 heridos y «la realidad puede ser todavía peor». «Toda esta gente que ha sido asesinada o herida tiene familias, amigos, parientes que están muy enojados y afligidos», destacó Colville, advirtiendo de que la violencia está «creando tensiones tremendas y no sólo en una ciudad, sino en muchas» en todo el país.
«La manera en que las fuerzas de seguridad están actuando no está dirigida a evitar víctimas ni reducir tensiones, sino exactamente lo contrario», remachó el portavoz. Y concluyó: «Mientras esto ocurra, Irak seguirá en este círculo vicioso en el que más muertes llevan a más cólera y a más protestas y de nuevo a más muertes. Es evidente que para salir de este círculo hay que hacer más de lo que se está haciendo hasta el momento».
Sin embargo, los dirigentes políticos aún no han dado pasos concretos para desactivar el descontento en las calles ni limitar la pérdida de vidas humanas, a pesar de las promesas de elecciones anticipadas y de evitar el uso de fuego real contra los manifestantes.