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La condena a muerte para 21 acusados por su implicación en la masacre del estadio de Port Said en febrero pasado actuó ayer como un balde de combustible sobre la hoguera en que arde Egipto, inmerso en una gravísima crisis que se cobró ayer al menos otras 31 vidas.

Los familiares de los detenidos y los seguidores del club de fútbol Al Masry reaccionaron con ira en Port Said a la decisión de un tribunal penal de recomendar la pena de muerte para 21 de los acusados.

El juez ordenó trasladar sus expedientes ante el mufti (máxima autoridad religiosa del país), quien deberá emitir un dictamen, y el tribunal dará a conocer la sentencia definitiva el próximo 9 de marzo, al igual que contra los otros 52 acusados en este mismo caso, que seguirán detenidos hasta entonces.

Mientras en la sede de la Academia de Policía de El Cairo las familias de la víctimas estallaban de júbilo, en Port Said una turbamulta se dirigía a la prisión para tratar de asaltarla.

Poco después comenzaron los disparos y el caos que acabaron con la vida de 31 personas y causaron heridas a más de 300, según el último balance.

A diferencia de otros episodios de violencia en Egipto, las armas de fuego hicieron rápida aparición en Port Said, como confirmó el director del departamento de hospitales de esa provincia, Abderrahman Farah.

El Ministerio del Interior, que reseñó la muerte de dos oficiales de la Seguridad Central, llegó incluso a acusar a algunas partes de utilizar armamento pesado en las refriegas.

El 1 de febrero de 2012, 74 personas murieron y 254 resultaron heridas en los brutales enfrentamientos en el estadio de Port Said entre los seguidores del club local, Al Masry, y los del club cairota del Al Ahly, el más popular del país y cuyos ultras son a menudo protagonistas de disturbios con la policía.

Mientras la situación en Port Said se convertía en una pesadilla de tiros y carreras, en El Cairo continuaban ayer las manifestaciones y los choques con la policía en torno a la plaza Tahrir y el Ministerio del Interior.