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Los líderes del G-20 reunidos en Pittsburgh han acordado mantener las medidas anticrisis adoptadas tras el estallido de la actual crisis financiera y económica hasta que se asegure una «recuperación duradera» y garantizaron que evitarán una «retirada prematura de los estímulos» fiscales y monetarios, según el comunicado final.

Los jefes de Estado y de Gobierno se han comprometido también a trabajar para que la vuelta del crecimiento económico se traduzca en creación de empleos y a que el sistema de regulación de los bancos y otras instituciones financieras «limita los excesos que llevaron a la crisis». Piden por otro lado que los estándares de las grandes instituciones financieras sean proporcionales al coste que supondría su quiebra.

Designan también al G-20 como el «foro principal» de la cooperación económica internacional, acuerdan poner fin «en el medio plazo» a los subsidios al consumo de combustibles fósiles, mientras se proporcionan ayudas a los más pobres. El empuje del mundo en desarrollo y el alumbramiento de una nueva arquitectura económica global queda patente también en la decisión del G-20 de respaldar que los países ricos transfieran «al menos» un 5% de su voto en el Fondo Monetario Internacional a las naciones en desarrollo «dinámicas».

La cesión del 5%, una propuesta de EEUU que es inferior al 7% que pedían Brasil, China, Rusia e India, supone una victoria para los emergentes y una pérdida para algunas naciones de Europa, que tendrán que renunciar a una parte de su capacidad de voto en el FMI.

El trabajo del G-20 en el último año se ha concentrado en tres grandes áreas: la redefinición de las políticas económicas para lograr un crecimiento sostenible, la regulación de los salarios y primas de los banqueros, así como los niveles de reservas de las entidades financieras y la reestructuración de los organismos financieros internacionales para dar más voz al mundo en desarrollo.