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El presidente estadounidense, Barack Obama, tendió ayer la mano a Irán en un discurso sin precedentes pronunciado con motivo del Nowruz, comienzo del año iraní, en el que mostró su disposición de dar un «nuevo comienzo» a los esfuerzos diplomáticos con Teherán, quien ha respondido al más alto nivel con agradecimiento pero con la firme determinación de proseguir con su programa de enriquecimiento de uranio, la principal polémica internacional en la que está envuelta la república islámica por su presunto carácter ofensivo, mientras da la callada por respuesta a las acusaciones que le señalan como país mecenas de grupos terroristas en la región.

Sobre el programa nuclear, el mensaje de Obama se corresponde con el desmentido realizado sobre las declaraciones de nada menos que el jefe del Estado Mayor Conjunto de Estados Unidos, el almirante Mike Mullen, quien a principios de mes aseguraba que la república islámica contaba ya con el material necesario para construir una bomba atómica. Se trata de 1.000 kilos de uranio con bajo nivel de enriquecimiento (LEU).

El problema es que el LEU también se emplea con fines comerciales, particularmente en reactores nucleares de agua ligera.
Pero al día siguiente, expertos independientes de la Asociación para el control armamentístico (ACA, por sus siglas en inglés), rechazaban las declaraciones de Mullen. Con todo, Estados Unidos sigue empeñado en defender la hipótesis de que Irán persigue la capacidad nuclear ofensiva a medio-largo plazo. La CIA, por su parte, defiende que ese material no está destinado, en absoluto, a un uso civil.

Así lo expresó el director de la agencia, Leon Panetta, quien el mes pasado consideraba que «Irán está persiguiendo capacidad nuclear y de eso no cabe duda». El aliado de EEUU en la región, Israel, argumenta que Irán ha cruzado la frontera tecnológica que le capacita ya para conseguir un arma de destrucción masiva. Estados Unidos se muestra un poco más escéptico, y cree que Irán todavía no ha terminado los preparativos en este sentido.