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EFE-LONDRES
El primer ministro británico, Tony Blair, abogó ayer por la reconciliación en la que probablemente sea su última visita a Irak como jefe de Gobierno, al tiempo que garantizó que el Reino Unido mantendrá su apoyo al Gobierno iraquí tras su marcha el 27 de junio. Blair, que en esa fecha será sustituido por el ministro de Finanzas, Gordon Brown, llegó ayer por la mañana a Bagdad en un viaje no anunciado para reunirse con el presidente iraquí, Yalal Talibani, y el primer ministro, Nuri al Maliki, con quienes trató de los avances políticos y la situación de seguridad.

«La situación de seguridad continúa siendo difícil, pero, por otra parte, hay claros signos de progreso y cambio», aseguró el jefe de Gobierno, quien dijo no arrepentirse «en absoluto» de haber derrocar a Sadam Husein como presidente de Irak tras la invasión del 2003.

En una rueda de prensa después del encuentro, en la «Zona Verde» de la capital, Blair explicó que todos habían coincidido en que es necesario un acuerdo «que una a todos en el camino hacia delante». Ese pacto de unidad nacional debe ser reconocido tanto dentro del país árabe como por sus vecinos, que deben respetar «los deseos» del pueblo iraquí, el único que puede decidir sobre su futuro, agregó.

Pese a los continuos episodios de violencia en Irak, donde ayer murieron al menos 17 personas en sendos atentados en la capital y en Mendali, en la provincia de Diyala, Blair insistió en que el país ha experimentado muchos progresos.

Preguntado por los periodistas, Blair se mostró convencido de que el Reino Unido continuará apoyando al Gobierno de Maliki después de su dimisión, ya que la política exterior británica no es sólo cosa suya sino de todo el Ejecutivo.

«No tengo duda de que Gran Bretaña se mantendrá firme en su apoyo al pueblo iraquí», subrayó. Por su parte, el presidente iraquí, Yalal Talabani, manifestó su esperanza de que los nuevos acuerdos alcanzados entre los dirigentes políticos del país ayuden a restablecer la estabilidad de Irak.

Tras su paso por Bagdad, que estuvo precedido por ataques con proyectiles de mortero contra la «Zona Verde», Blair se desplazó a la ciudad meridional de Basora, donde se encuentran la mayoría de los 5.500 soldados británicos destinados en Irak. Poco después de pronunciar un emotivo discurso de despedida y agradecimiento ante las tropas, los acuartelamientos del Ejército británico recibieron también ataques con proyectiles de mortero.

Por la mañana, Blair había descartado que esas ofensivas fueran dirigidas específicamente contra él. «No debemos ceder -respondió el propio Blair-. El propósito de estos ataques, los atentados suicidas, los morteros, es que ustedes (la prensa) no informen de nada más que de eso, y no hablen del progreso que se está produciendo».