Mujeres iraquíes se manifiestan tras la destrucción del mausoleo chiita de Samarra.

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FRANCE PRESS-BAGDAD
Las autoridades iraquíes decretaron ayer un toque de queda y los líderes religiosos hicieron un llamamiento a la unidad entre chiíes y suníes con el objetivo de evitar que Irak se vea envuelto en una guerra civil tras la ola de violencia provocada por la destrucción, el pasado miércoles, de la cúpula del mausoleo chií de Askariya en Samarra, que hasta la fecha ha causado cerca de 130 muertos.

Pese al toque de queda, una gran multitud asistió a la oración del viernes en la mezquita Abu Hanifa de Bagdad, el lugar sagrado más importante para los suníes. En este templo, el imán Ahmed Hasan al-Taha denunció el ataque contra el santuario de Askariya, en Samarra, que definió como una conspiración para arrastrar a los iraquíes a una lucha entre facciones religiosas.

Las medidas no han impedido nuevos asesinatos y secuestros a lo largo del día en Latifiya -en el 'Triángulo de la muerte' suní-, Basora o la propia Samarra.

La Policía y los soldados bloquearon las principales carreteras y el acceso a los alrededores de las dos principales mezquitas suníes de Bagdad. Las calles de la ciudad, de siete millones de habitantes, despertaron ayer vacías de gente y de tráfico.

Mientras, los habitantes de Samarra (a unos 95 kilómetros al norte de Bagdad) han sido advertidos para que permanezcan en el interior de sus casas «hasta nuevo aviso». Muchos de ellos tenían previsto acudir a las oraciones conjuntas suníes y chiíes en el mausoleo de Askariya, cuya cúpula dorada ha quedado reducida a cascotes a causa del atentado con explosivos del miércoles.

Desde que se produjo el «sacrilegio» de Samarra, decenas de mezquitas suníes han sufrido ataques en todo el país y varias fueron incendiadas. En una inusual intervención, la mayor autoridad religiosa suní, la Asociación de Estudiosos Musulmanes, acusó ayer al líder supremo religioso chií de Irak, el gran ayatolá Alí al-Sistani, de fomentar la violencia.

No obstante, un representante del propio Sistani abogó por la celebración de una oración conjunta con los suníes ante las más de 10.000 personas que convergieron ayer en la mezquita Al-Adilá, de Basora, en el sur del país, una región abrumadoramente chií.