Imagen de Shehzad Tanweer, uno de los terroristas del 7-J, en el aeropuerto de Karachi, junto a una fotocopia de su pasaporte.

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La participación británica, de la mano de EEUU, en las guerras de Irak y Afganistán contribuyó seguramente a los atentados terroristas del 7 de julio en Londres, según un informe independiente, que contradice al primer ministro, Tony Blair. Los expertos en terrorismo y seguridad autores del informe que publica Chatham House -antes el Instituto Real de Asuntos Internacionales- afirman además que la invasión de Irak ha puesto en mayores aprietos al Reino Unido y al conjunto de la coalición antiterrorista.

Sin embargo, los autores del informe, Frank Gregory, de la Universidad de Southampton, y Paul Wilkinson, de la de St. Andrews, afirman sin ambages que «el Reino Unido está expuesto a un riesgo mayor por ser el más íntimo aliado de Estados Unidos». Según ambos, el ataque a Irak ha fomentado actividades de «propaganda, reclutamiento y recaudación de fondos» de la red terrorista de Al Qaeda.

La publicación del documento va a dar alas a quienes, desde la izquierda del propio Partido Laborista, como la ex ministra para el Desarrollo Clare Short, acusan a Blair de haber llevado al país a una guerra ilegal con consecuencias desastrosas y cuyo balance del 7-J sitúa ya en 56 el número de muertos.

Lo que califican de «seguidismo» británico con respecto a la política de Washington ha tenido, afirman, un costo elevado en vidas de soldados británicos y por el daño infligido a la propia lucha antiterrorista. El informe indica asimismo que Gran Bretaña se convirtió en objetivo prioritario de los terroristas por su protagonismo en la cooperación judicial, policial y de los servicios de inteligencia para combatir a Al Qaeda.

Entre sus conclusiones, el informe critica además la falta de previsión de las autoridades británicas, que no dieron prioridad al peligro terrorista islámico hasta finales de la década de los 90.