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La muerte y el horror se apoderaron ayer de Londres después de que se registraran varios atentados sucesivos en la red de transporte de esta capital, que han causado al menos 33 muertos y cientos de heridos, 47 en estado crítico. Lo que empezó como una jornada habitual para los millones de londinenses que cada día usan el metro, se convirtió en pocos minutos en un auténtico caos cuando se produjo la primera explosión en un tren entre las estaciones de Liverpool Street y Moorgate.

A esto se unió la sobrecarga sufrida por las compañías telefónicas, que hizo prácticamente imposible llamar por teléfono móvil, mientras que los teléfonos fijos funcionaban de forma irregular. Según indicaron testigos presenciales, son muchos los londinenses que hicieron cola ante las cabinas y los teléfonos de todo tipo de establecimientos para ponerse en contacto con sus familiares e informarles de su estado.

La suspensión de los servicios de transportes en el centro de Londres, provocada por la ola de explosiones en varias estaciones de metro y en varios autobuses de la capital, han provocado el caos en la ciudad, ya que muchos ciudadanos se vieron atrapados, sin poder llegar a sus trabajos o regresar a sus casas.

Si bien los servicios de emergencia hablaban primero de un problema en el servicio de suministro eléctrico en el metro, la segunda explosión, ocurrida en otro tren entre las estaciones de Russell Square y King's Cross, hizo pensar lo peor. La pesadilla de un devastador ataque terrorista, tantas veces advertido por las fuerzas del orden británicas, se hizo realidad cuando llegó la noticia de una explosión en uno de los típicos autobuses rojos de dos pisos en la céntrica plaza Tavistock.