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Los rebeldes lanzaron ayer varios ataques que se cobraron la vida de al menos 20 personas, mientras el primer ministro iraquí, Iyad Alaui, reconocía que hay zonas en el país demasiado inestables como para que sus habitantes salgan a votar el 30 de enero. Un coche bomba mató a siete policías en Tikrit, pueblo natal del derrocado Sadam Husein, donde reside una mayoría musulmana sunita en el norte de Irak.

Asimismo, hombres armados mataron a ocho personas que viajaban en un minibús por el sur de Bagdad. Un grupo dirigido por el aliado de la red Al Qaeda, Musab al-Zarqawi, se adjudicó los ataques contra los «mercenarios cobardes» de la policía en Tikrit.

Los repetidos ataques de los rebeldes contra los efectivos iraquíes que protegerán los centros de votación han acrecentado los temores de sangrientos brotes de violencia antes del día de los comicios generales. Trece integrantes de una comisión que organiza las elecciones en la provincia de Anbar, donde se han sucedido ataques rebeldes, renunciaron a sus cargos después de recibir amenazas de muerte.

Alaui prometió que invertiría 2.000 millones de dólares en el fortalecimiento de las fuerzas de seguridad de Irak para combatir a los insurgentes que tratan de frustrar las elecciones. «Claro que hay focos (rebeldes) que no participarán en las elecciones. Pero no creemos que sea algo generalizado», dijo el primer ministro.

Entretanto, una bomba explotó el ayer cerca de la sede de la comisión electoral y del cuartel general de la policía en la sureña ciudad iraquí de Basora. La explosión siguió a un ataque suicida contra un ex oficial de la policía en Basora. En este incidente sólo pereció el atacante, dijeron testigos.

Mientras, el presidente de Estados Unidos, George W. Bush, conversó con Alaui por teléfono sobre los preparativos para las elecciones y ambos ratificaron que tienen que celebrarse en la fecha convenida, el 30 de enero dijo el portavoz de la Casa Blanca, Scott McClellan.