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FRANCE PRESS-JERUSALÉN
A sólo tres semanas de las elecciones legislativas, el primer ministro israelí, Ariel Sharon, sigue defendiéndose como buenamente puede de las últimas acusaciones relacionadas con la financiación ilegal de su campaña interna para la dirección del Likud en 1999.

Sharon se ve obligado a explicarse sobre un préstamo de 1,5 millones de dólares conseguido por intermediación de un empresario surafricano y que habría servido de garantía para otro préstamo con un banco israelí con el cual se pretendía paliar la deuda de la campaña para su reelección como líder del Likud en 1999. Lo cierto es que, recuperado del «susto» de las presuntas compras de votos en las recientes primarias de su partido, Sharon se encuentra ahora con un escándalo financiero que está mermando por primera vez su tasa de popularidad y poniendo en peligro su reelección.

Su adversario, el líder del partido Laborista, Amram Mitzna, le instó públicamente a decir toda la verdad o a dimitir, mientras los analistas coincidían en afirmar que este escándalo está provocando serias pérdidas en el Likud, el partido de Sharon, favorito para las elecciones del 28 de enero.

Lo cierto es que el primer ministro se encuentra ahora en la cuerda floja, al igual que sus dos hijos, Omri y Gilad, después de que el diario 'Haaretz' publicara ayer que se beneficiaron de un préstamo de 1,5 millones de dólares de un empresario surafricano, próximo a la familia, que sirvió de garantía para otro préstamo con un banco israelí. Este último préstamo tenía como objetivo permitir al primer ministro paliar la deuda de la campaña interna para el liderazgo del Likud en 1999. La policía ha abierto una investigación sobre el caso.