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El Kremlin despreció ayer las críticas por la elevada cifra de víctimas al usar un misterioso gas para resolver la crisis de los rehenes, anunció que perseguirá al terrorismo en todo el mundo y dio lecciones de democracia con mensaje a Europa. «Rusia es estado democrático relativamente desde hace poco, pero para nosotros está absolutamente claro que la democracia sólo vale algo cuando sabe defenderse», declaró el ministerio de Exteriores en un duro reproche a Dinamarca, actual presidente de la Unión Europea.

Con esa frase calcada de otra de Lenin sobre la revolución, Moscú explicó su decisión sin precedentes de no ir a Copenhague para la cumbre Rusia-UE prevista para el 11 de noviembre en protesta por la celebración de un Congreso Chechén en la capital danesa. A las 48 horas de la polémica operación para liberar a casi 800 rehenes de terroristas chechenes que habían asaltado un teatro de Moscú, el presidente Putin sugirió que volvería a emplear «medidas adecuadas» ante «desafíos» similares.

«En vista de la creciente amenaza del terrorismo internacional de usar armas comparables a las de exterminio masivo, se impartirán instrucciones pertinentes al Estado Mayor General para introducir cambios en los planes de empleo de las Fuerzas Armadas». Putin advirtió a los terroristas que si alguien se atreve a usar «esas armas», responderá con «medidas adecuadas a la amenaza dondequiera que estén» los culpables y sus ideólogos, en alusión a que actuaría incluso fuera de las fronteras.

«Rusia no negociará con terroristas ni aceptará ningún chantaje», dijo Putin en el día de luto nacional por las víctimas del asalto de un comando chechén en Moscú y la operación de las fuerzas especiales para liberar a los rehenes. Este endurecimiento hacia fuera y hacia dentro por la amenaza terrorista cristalizó con la detención de chechenes sospechosos en Moscú, operaciones de limpieza del ejército en la rebelde Chechenia y seguimiento con lupa a algunas embajadas y a la prensa crítica.