Cientos de personas depositaron ayer flores en la entrada del teatro. Foto: Y.K./EPA

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JESÚS COLMENARES-MOSCÚ Rusia reveló anoche que el misterioso gas que resolvió la crisis de los rehenes en Moscú con un saldo provisional de 167 muertos y 646 heridos es una «anestesia general» médica. Pero un equipo médico oficial pareció discrepar en una rueda de prensa sobre los efectos inmediatos, a corto y largo plazo, y sobre el alcance de su incidencia en personas con otras dolencias.

Andréi Seltsovski, jefe del Comité de Sanidad de Moscú, reconoció que 115 de los 117 rehenes muertos en la liberación de un teatro por fuerzas de seguridad fallecieron por «impacto del gas especial», y los otros dos en el tiroteo con los terroristas. Yevgueni Yevdokímov, anestesiólogo jefe de Moscú, matizó que los efectos fueron peores para unos afectados que para otros por estar dentro de los grupos de riesgo.

Yevdokímov dijo que el gas empleado es «una sustancia narcótica que se usa en la anestesia general» médicoquirúrgica. El gas provoca «alteraciones de las principales funciones del organismo» en caso de sobredosis en alta concentración, añadió. La rueda de prensa se convocó urgentemente por el alarmante goteo de víctimas y la polémica sobre el gas secreto y la reclusión de los heridos en hospitales cerrados a cal y canto. Pero el equipo médico sólo facilitó información fragmentaria y a veces contradictoria a una Rusia perpleja.

Yevdokímov citó entre otros efectos del gas el desmayo y «alteraciones de los sistemas respiratorio y circulatorio». Científicos, médicos y expertos en armas químicas difundieron un catálogo de versiones, desde un gas lacrimógeno superconcentrado, o el gas neuroparalizante BZ, o una nueva sustancia experimental, o un agente incapacitante, o un arma química de baja intensidad.

El enigmático gas incapacitante cerró la crisis de los rehenes, pero abrió un debate con ramificaciones políticas y humanas, ante el silencio del Kremlin a las muchas preguntas sin respuesta. Los diez muertos iniciales pasaron a 37, 67, 90 y 117 en partes oficiales sucesivos del ministerio de Sanidad, y nadie sabía por qué las cifras aumentaban y los familiares no podían ver a los heridos.