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El bombardeo estadounidense ocurrido el pasado 1 de julio en la región afgana de Uruzgan, en el que murieron medio centenar de personas que asistían a una boda, no fue ninguna reacción a disparos desde tierra, sino un ataque planeado, asegura la revista alemana «Stern» en su próxima edición. Diversos testigos contaron a esa publicación que tropas estadounidenses y afganas estaban en el lugar de los hechos ya antes del bombardeo, en el que murieron 48 personas, entre ellas 25 de los invitados a la citada celebración.

Un mediador que colaboró en la elaboración del informe de la misión de asistencia de la ONU a Afganistán (UNAMA) -que no se publicó- asegura a «Stern» que el ministro estadounidense de Defensa, Donald Rumsfeld, mintió al decir que su departamento no había sido informado sobre el ataque. Ni las tropas de EEUU ni los mediadores de Naciones Unidas que llegaron a la zona poco después de los hechos encontraron pruebas ni resto alguno de material de defensa antiaérea. Según varios supervivientes del ataque, intérpretes de las tropas estadounidenses informaron sobre pistas falsas de confidentes afganos detrás de los que se esconde supuestamente el gobernador de la provincia de Kandahar, Gul Agha, rival del presidente del Gobierno interino afgano, Hamid Karzai.

Testigos y supervivientes, como médicos afganos y mandatarios locales citados por «Stern», aseguran que los soldados de EEUU se dedicaron a recoger restos de granadas e impidieron que algunos de los heridos fueran trasladados a los hospitales. Según contó el diario británico «The London Times» poco después del incidente fuerzas de EEUU y sus aliados afganos llegaron al sitio y «limpiaron» las evidencias del ataque, lo que coincide con la versión de «Stern».

En otro orden, al menos quince personas murieron ayer en un enfrentamiento entre policías afganos y presuntos milicianos talibanes y de Al Qaida al sur de Kabul, informó el portavoz de la Fuerza Internacional para la Asistencia a la Seguridad (ISAF), el comandante turco Murat Pekgülec. El ataque, el más grave ocurrido en el área de la capital afgana en los últimos meses, se produjo un día después de que tropas especiales estadounidenses matasen a cuatro hombres en la provincia oriental de Kunar.