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El Gobierno alemán busca soluciones de ámbito nacional para reforzar su lucha contra la ultraderecha, mientras el mundo empresarial alerta de las repercusiones de la violencia neonazi en los inversores extranjeros, especialmente en la económicamente deprimida mitad este del país.

Desde hace unos diez días, la actualidad alemana está centrada casi exclusivamente en un tema: las agresiones xenófobas y el debate sobre la conveniencia de prohibir el Partido Nacionaldemocrático Alemán (NPD), aglutinante de los neonazis. El Ejecutivo considera la escena radical como algo «difuso», copado por «actos individuales, donde a menudo el alcohol desempeña un papel», dice el ministro del Interior, Otto Schily, en una entrevista que publica hoy el semanario «Der Spiegel». Hasta ahora, las medidas contra el extremismo de derechas se han regido por el principio de la estructura de las fuerzas de seguridad alemanas, cuya responsabilidad recae en los länder (estados) y administraciones locales.

Pero Schily habla ahora de reforzar el papel del cuerpo de protección de las fuerzas fronterizas, integrado por unos 40.000 agentes, que además de sus funciones propias de vigilancia en aeropuertos entra en acción en casos de terrorismo o secuestros. El ministro opina que ha llegado el momento de combatir el neonazismo con métodos más contundentes y coordinados desde las estructuras del Gobierno central.