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El primer ministro italiano, Massimo D'Alema, corroboró ayer ante el Presidente de la República la dimisión presentada el pasado lunes, tras el fracaso electoral del centroizquierda en las elecciones regionales, y abrió formalmente la crisis de Gobierno. El Jefe del Estado, Carlo Azeglio Ciampi, anunció, en consecuencia, la apertura de una ronda de consultas con los diferentes grupos políticos para determinar si existe un candidato capaz de aglutinar la mayoría necesaria para gobernar o se adelantan los comicios legislativos previstos para dentro de once meses. A lo largo de hoy y mañana delegaciones de todos los partidos representados en el Parlamento desfilarán por el Palacio del Quirinale, situado en la más alta de las colinas de Roma, en un desfile ya tradicional en la corta y agitada historia republicana de Italia. Los pasos que conducen al Gobierno número 58 desde la postguerra se han comenzado a abrir camino el mismo día en el que el primer comunista en presidir un gobierno en la Europa occidental cumplía 51 años poniendo fin a 18 meses como primer ministro.

Massimo D'Alema convirtió en irrevocable la renuncia a seguir al frente del Ejecutivo italiano después de asistir en el Parlamento a un debate que afrontó con sereno tono de despedida. Siguiendo un guión conocido de antemano, dijo adiós a su cargo de primer ministro con una tajante negativa al adelanto de las elecciones políticas, como pide insistentemente el centroderecha que lidera Silvio Berlusconi, tras su incontestable triunfo en los comicios regionales.

«No considero justo ni obligatorio vincular la derrota electoral a la disolución de las Cámaras», dijo D'Alema en consonancia con el argumento que sostienen los principales líderes del centroizquierda, que se afanan contra reloj en la búsqueda de un nuevo candidato que la evite. En medio de una atmósfera atravesada por los desencuentros y resquemores acumulados en los últimos meses, los siete partidos que integran la actual mayoría tratan de consensuar un nombre entre una reducida lista que suena a las soluciones de urgencia de siempre.

Por encima de todos los candidatos, incluido el gobernador del Banco de Italia, Antonio Fazio, sobresale el actual ministro del Tesoro, Giuliano Amato, un viejo dirigente del PSI de Bettino Craxi que no sólo logró salvarse del terremoto de la corrupción que sacudió a la vieja clase política italiana, sino que con los años ha ido afianzando su prestigio.