El presidente ruso, Boris Yeltsin, abandonó ayer visiblemente
enojado la cumbre de la OSCE en Estambul harto de escuchar las
críticas de la comunidad internacional por la desmesurada actuación
de su ejército en Chechenia. Yeltsin no aguantó ni 24 horas en
Estambul tras escuchar un interminable rosario de reproches y
acusaciones en la sesión inaugural de la cumbre que reúne a los
jefes de Estado y de Gobierno de 54 países de Europa, Norteamérica
y Asia Central, en la que un orador tras otro criticó abiertamente
la campaña militar rusa en la pequeña república separatista
caucásica.
La marcha del presidente ruso hizo temer por los resultados de
la cumbre y la redacción final de los dos documentos más
importantes de la misma, la nueva Carta de Seguridad y el adaptado
Tratado para las Fuerzas Convencionales en Europa. Sin embargo,
poco después de que Yeltsin abandonara la cumbre para regresar a
Moscú, el presidente de turno de la OSCE y ministro de Exteriores
de Noruega, Knut Vollebaek, interrumpió la segunda sesión plenaria
para tranquilizar a los presentes y anunciar que el texto de la
Carta había sido consensuado y su firma tendrá lugar hoy, en la
jornada final de la reunión.
Fue Vollebaek precisamente quien, en el discurso de apertura de
la cumbre, inició la salva de críticas contra Rusia, a la que acusó
de actuar desproporcionadamente en Chechenia, de atentar contra los
principios de la OSCE y de no buscar una solución dialogada y
política al conflicto.
Yeltsin, que intervino como segundo orador de la lista de 54
participantes, rechazó enérgicamente las críticas a su país por la
intervención militar en Chechenia y aseguró que su Gobierno no
tiene intención de negociar con los «bandidos» de esa región, que
deben ser «totalmente eliminados». «No tienen derecho a criticar a
Rusia por Chechenia», dijo el presidente ruso, para seguidamente
afirmar que «en este caso no corresponde hablar de humanitarismo
por que son terroristas».
Sin embargo, sus palabras no convencieron a nadie y, desde el
secretario general de las Naciones Unidas, Kofi Annan, al
presidente de la Comisión Europea, Romano Prodi, pasando por el
canciller germano, Gerhard Schroeder, y el presidente francés,
Jacques Chirac, entre otros muchos, pusieron en la picota la
actuación rusa. Aunque nadie puso en duda el derecho de Rusia a
defender su territorialidad, todos ellos coincidieron en reclamar
del gobierno ruso que interrumpa inmediatamente la operación
militar en Chechenia, inicie el diálogo con los chechenes y permita
a las organizaciones humanitarias ayudar lo antes posible a la
población civil.
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