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La primera decisión judicial en el juicio contra Microsoft ha puesto a la compañía en la difícil posición de negociar un nuevo acuerdo con el Gobierno o afrontar posibles medidas de castigo, que podrían llegar incluso a la división de la empresa. El gigante de los programas informáticos ha perdido el primer asalto del combate judicial entablado con el Gobierno de Estados Unidos, pero el largo proceso legal que queda por delante abre la puerta para que ambas partes reflexionen sobre cuáles son sus posibilidades y su margen de maniobra de cara a un acuerdo.

Quien tiene más que perder en caso de una derrota es Microsoft, ya que sobre ella pende la posible amenaza, aunque todavía lejana, de ser dividida en entidades más pequeñas, lo que supondría su desaparición como gran referente en el sector de la informática. La primera reacción pública de ambas partes no ha sido precisamente propicia a la concordia, tal vez porque en esta batalla judicial el frente de la imagen y las relaciones públicas tienen una importancia vital.

El presidente de Microsoft, Bill Gates, insistió en su conocida postura de que su empresa compite «de forma vigorosa pero leal» en el mercado, y reiteró que, a pesar de que la primera decisión del juez Thomas Penfield Jackson ha sido negativa para sus intereses, se trata de «un paso» dentro de un largo camino. Jackson consideró que Microsoft es un monopolio y que usó su enorme poder para «dañar» a las firmas que intentaban competir con ella en los sectores clave de su negocio.