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FRANCE PRESS - PEKÍN El régimen chino celebró ayer sus 50 años en el poder con grandiosas ceremonias que reunieron a medio millón de civiles y militares en el centro de Pekín, para una demostración de patriotismo minuciosamente organizada y en la que destacó la demostración de su fuerza militar. Durante dos horas, el presidente Jiang Zemin fue la estrella de las ceremonias centradas alrededor de la plaza Tiananmen, corazón simbólico del régimen, desde la creación de la República Popular por Mao Tse Tung el 1 de octubre de 1949. Tras una salva de 50 cañonazos y de haber izado la bandera, Jiang, único dirigente que acudió vestido con un traje Mao gris oscuro, pasó revista a las tropas, a lo largo de la inmensa avenida de la Paz Eterna, que atraviesa Pekín de este a oeste.

Jiang, de pie en una limusina descapotable, saludó a las tropas gritando: «¡Salud camaradas! ¡Habeis trabajado duro!», a lo cual los soldados respondían: «¡Salud jefe! ¡Lo hicimos para servir al pueblo!». El presidente, con expresión grave, posteriormente se reunió con los otros dirigentes comunistas en el balcón de la puerta de Tiananmen, desde donde Mao anunciara la fundación del régimen.

Jiang, recordando que la creación de la República Popular había puesto fin a un siglo de dominio extranjero, aseguró en su discurso que el país seguiría oponiéndose al «hegemonismo», término con el cual designa habitualmente a Estados Unidos.

Sobre todo glorificó el desarrollo económico de los últimos 20 años y afirmó que la «práctica probó que el socialismo es la única vía que permite salvar y desarrollar a China». Hablando directamente a Taiwán, Jiang prometió lograr la «reunificación de la patria», un objetivo, según su parecer, que pertenece a «la voluntad inquebrantable de todo el pueblo chino».

Unos 12.000 militares de las tres ramas de las fuerzas armadas desfilaron posteriormente al pie de la tribuna, rodeados de blindados y misiles, algunos de los cuales son capaces de transportar cargas nucleares que pueden llegar a las costas de Taiwán o de EE UU. La demostración de fuerza continuó con un gigantesco desfile «popular», con 90 carrozas de carnaval que ilustraban políticas decididas por el Gobierno, como la política del hijo único o la conquista espacial.

Rodeado de miles de figurantes que representaban a las 56 nacionalidades del país, un retrato gigante de Jiang Zemin se elevó tras los de Mao y Deng, ilustrando la filiación de «las tres generaciones de dirigentes». Los otros dirigentes permanecieron con rostros graves, hasta el momento en que centenares de «pioneros» se precipitaron hacia ellos en medio de una multitud de globos multicolores lanzados al aire.