La manifestación concluyó de manera festiva tras los mítines de los líderes de la oposición.

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EFE-BELGRADO La manifestación del jueves contra Slobodan Milosevic arroja, ya reposadas las primeras impresiones, un balance de éxito relativo, pero muy inferior en todo caso a las expectativas de la oposición de que «400.000 personas» iban a pedir la caída del presidente yugoslavo.

Ni es cierta la propaganda del diario pro gubernamental «Politika» de que sólo unos 25.000 «marginados y agentes de la OTAN» protestaron contra Milosevic, ni las afirmaciones de los sectores más optimistas de la oposición de que salieron a la calle más de 150.000 personas.

Los observadores consideran que la manifestación fue salvada por la llegada de opositores del interior de Serbia, que pasearon sus pancartas contra «Milosevic, traidor», con faltas de ortografía dialectales incluidas. La pequeña burguesía belgradense, «machacada» por dos meses y medio de bombardeos de la OTAN y por la perspectiva de un invierno a 15 ó 20 grados bajo cero, sin calefacción ante la magnitud de los destrozos energéticos, acogió con desgana la manifestación.

Muchos belgradenses reprochan a la oposición haberles decepcionado en el invierno de 1996 a 1997 en tres meses de manifestaciones diarias contra Milosevic, tras las que los líderes opositores acabaron rompiendo.

Aquella tanda de protestas de 1997 fracasó al chocar, sobre todo, Zoran Djindjic, líder del Partido Demócrata (DS), con Vuk Draskovic, del populista liberal Movimiento Serbio de Renovación (SPO).