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La OTAN confirmó ayer que un «gran número de refugiados» albanokosovares «y elementos del ELK» (Ejército de Liberación de Kosovo) fueron bombardeados por la artillería y tanques serbios en el valle de Pagarusha durante los dos últimos días sin que se pueda precisar la cantidad de refugiados atrapados bajo el fuego serbio ni el número de víctimas causadas.

Los militares serbios realizan al mismo tiempo una operación de «destrucción de los archivos del pueblo kosovar» con la intención de «borrar el pasado y reescribir la historia», según el portavoz de la OTAN, Jamie Shea, quien comparó estas acciones con un «escenario orwelliano», en el que los militares serbios se ocupan de destruir «partidas de nacimiento, actas de matrimonio y títulos de propiedad».

El éxodo continuó ayer, miércoles, en el «día más dramático» desde que comenzaron los ataques de la OTAN, que ha obligado, hasta el momento, a más de 130.000 personas a abandonar sus casas.

La Alta Comisaría de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) informó de que más de 7.000 personas cruzaron la frontera con Macedonia y aún no se tienen datos definitivos de la gente que llegó a Montenegro y Albania, aunque se calcula que este último país recibió durante la jornada a más de 15.000 personas.

Un tren cargado con unos 3.000 refugiados llegó ayer de Kosovo a la frontera macedonia, desde donde fueron trasladados en autobús hasta un campo abandonado cerca de la capital donde se ha establecido un centro de registro temporal.

Estos refugiados contaron al personal de ACNUR que fueron obligados a dejar sus casas en la provincia separatista serbia por hombres armados, «que les amenazaron con dispararles a menos que abandonaran sus hogares y les dijeron que desde el tren podrían ver sus casas ardiendo», relató un portavoz de ese organismo.