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ANTONIO LAFUENTE - JERUSALÉN Los ortodoxos judíos celebraron ayer en la Ciudad Santa una gran manifestación en protesta contra el poder judicial israelí, lo que ha sido interpretado como un desafío al Estado democrático y una declaración de guerra contra la sociedad laica. Llegados de todas las partes del país, más de 200.000 integristas judíos tocados con su eterno sombrero negro y su levita del mismo color se congregaron en las inmediaciones de la antigua estación central de autobuses, sobre una de las colinas de Jerusalén y cerca del barrio de Mea Sharim, el más ortodoxo de la ciudad.

Las mujeres de los «jaredim» (temerosos de Dios), con sus pelucas y largos vestidos para «tapar la pecaminosa carne» -según la tradición-, también acudieron, junto con sus niños, a la gran concentración, lo que constituyó una excepción a su papel secundario en la sociedad religiosa judía. «Peligro», «peligro», se oía cantar a los rabinos entre los sones del «shofar», cuerno de carnero que se toca en las ocasiones solemnes y fúnebres.

Después, la concentración se convirtió en una «gran oración» por el pueblo judío y en contra del poder judicial, que con sus últimas decisiones ha atacado lo que los integristas se atribuyen como sus derechos y los laicos ven como meros privilegios. Entre esos privilegios que los integristas judíos consideran como derechos figuran, además de enormes partidas presupuestarias, el no prestar servicio militar y mantener la exclusividad en materia de conversiones.

Al mismo tiempo, a medio kilómetro de esa concentración, unos cincuenta mil laicos, convocados por el movimiento de los «kibutz» -comunas- y los pacifistas, celebraban una contramanifestación en la que defendieron al poder judicial y al Estado democrático.