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En los últimos años la escasez de talento es un tema recurrente en los foros, congresos, entrevistas no sólo del sector turístico sino de muchos otros sectores siendo, además, un fenómeno global. Ciertamente estamos en un entorno caracterizado por una población envejece, el impacto de la tecnología, y la rapidez con que lo hace, la legislación cada vez menos flexible y pocos incentivos para mejorar la ocupación. Por otra parte unos cambios sociales, algunos estructurales y otros efecto de la COVID, que han hecho que las personas hayamos cambiado nuestras necesidades y aspiraciones. Desde el lado de las empresas como dice un estudio de Manpower de este año, el 87% de las empresas no cubren sus puestos. Asimismo otros ponen de manifiesto entre otras cosas la elevada rotación de personal, el elevado absentismo o la existencia de una brecha cada vez mayor entre las habilidades requeridas y aportadas.

La realidad es que en general hay un desajuste entre las necesidades de las empresas y de los trabajadores a la vez como es el caso de España muchas personas en paro. También es cierto, que no todas las empresas se encuentran en esta situación, hay empresas que son capaces de atraer y retener talento. Empresas que sí están sabiendo leer el cambio social y se están adaptando. Donde además de, como no puede ser de otra manera, prestan una remuneración competitiva a la vez que retribuyen con lo que se llama «salario emocional»: flexibilidad y adaptabilidad, balance profesional y personal, sentido del propósito, diversidad, aprendizaje continuo, cultura innovadora y creatividad, autonomía, comunicación abierta y transparencia, reconocimiento. Es decir, son empresas que desarrollan un nuevo estilo de liderazgo que construye organizaciones donde las personas tienen un sentido del propósito compartiendo unos valores, pueden desarrollar todo su potencial siendo ellas mismas y tienen autonomía. Todo esto sí, hace más compleja la gestión de las empresas, a la vez que las hace más competitivas.

En mi opinión los cambios sociales que estamos viviendo han venido para quedarse, y al igual que hacemos las empresas de adaptarnos a los cambios de la demanda tenemos que hacerlo a los cambios de nuestro «cliente interno».

Posiblemente hay cambios estructurales, como el envejecimiento de la población, que tiene su impacto en la captación de talento y que tenemos que aceptar. Aunque lo que sí podemos hacer los empresarios y directivos es transformar nuestras organizaciones para adaptarnos a las nuevas necesidades y aspiraciones que demanda la sociedad. De esta forma como revelan distintos estudios, la mejora del bienestar y satisfacción de nuestro «cliente interno» reducirá o eliminará todos aquellos efectos «negativos» internos que influyen desfavorablemente en la creación de valor añadido de los trabajadores y por lo tanto podremos hacer más con menos y como consecuencia mitigaremos la escasez de talento.

Esta reflexión me recuerda la frase del profesor emérito de liderazgo de Harvard John P. Kotter que dice «no se pueden dirigir empresas del siglo XXI, con estructuras del siglo XX y directivos del siglo XIX».