Los tres socios y propietarios de la empresa, Kike y Juan Romero, junto a Nando Andreu, en su taller de es Castell. | Javier Coll Javier Coll

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Gemelos, cubre botones, sujeta corbatas o pinchos para americana, el universo de la bisutería masculina quizás no es tan amplio como el femenino, pero igualmente tiene detrás el trabajo de creatividad y fabricación de empresas como Fus Balear Disseny, un pequeño taller artesanal fundado hace veinticuatro años que decidió especializarse en complementos para el hombre. Y es que Menorca recoge toda una tradición que todavía mantiene su hegemonía como fabricante de componentes de producto acabado en bisutería gracias a la exportación, en un sector que durante muchos años ha sido un referente reconocido en todo el mundo por su calidad.

Pese a que hoy ha perdido peso específico, siguen coexistiendo buenos ejemplos, como esta iniciativa que nació a contracorriente, en un momento donde la mayoría de negocios miraban hacia los complementos para mujer. A día de hoy los hermanos Juan y Kike Romero junto con Nando Andreu lideran este pequeño taller de fabricación especializado en bisutería fina para hombre, cuya cifra de negocio supera los 200.000 euros anuales y exporta sus colecciones a más de diez países. Lo curioso es que en Menorca, gemelos no venden ni uno, los regalan.

ORÍGENES. A principios de la década de 1990, los países desarrollados se vieron afectados por una crisis económica y financiera originada por el estallido de la burbuja inmobiliaria en Japón y agravada por las tensiones del precio del petróleo por la Guerra del Golfo que afectaron a la inflación. Los efectos tardaron tres años en llegar a España a consecuencia de las inversiones públicas en eventos como la Exposición Universal de Sevilla o los Juegos Olímpicos de Barcelona, entre otros. En Menorca la economía también pasaba uno de los momentos más crudos y el sector bisutero, como otros, se resintió.

Fue sin embargo en aquel momento de adversidad cuando Antonio Romero, bisutero y matricero de toda la vida en una fábrica que se estaba tambaleando, le propuso a un amigo suyo emprender por su cuenta. Observando la competencia que había en el sector de la bisutería para mujer, su idea era montar un taller artesanal de producto acabado, pero especializado en accesorios para el hombre, tratando de realizar colecciones con las que poder salir a vender a las ferias que en aquel momento se convertían en los únicos escaparates posibles.

Junto a Nando Andreu, soldador de gran experiencia, abrieron su pequeño espacio de trabajo de 60 metros cuadrados en la calle Campament de Maó. “Mi padre era una persona muy trabajadora que tenía una familia de cuatro hijos y no se podía permitir el lujo de estar sin hacer nada. Capitalizando todo el paro que tenía junto a su socio pudieron lanzarse a la aventura”, explica orgulloso su hijo Juan, que en aquel entonces se había marchado al servicio militar.

Menos el proceso de galvanotecnia que encargaban a una fábrica especializada en baños, el resto de trabajo se hacía íntegramente en Fus Balear Disseny, desde el diseño de la pieza, la fabricación a partir de los moldes, la soldadura, la limpieza a través de los ácidos, las fases de pulido, las incrustaciones de pedrería o el ensamblaje final de según qué piezas antes del baño de rodio.

Para la comercialización de los primeros gemelos contactaron con un mayorista que les sirvió para poder realizar las ventas iniciales en el mercado nacional. “La persona que más nos ayudó fue Miguel Parés, que confió desde el primer momento en nuestro producto”, explica Kike Romero, que se incorporó al negocio familiar un poco más tarde. Poco a poco fueron ganando prestigio por su calidad y se hicieron un hueco en el mercado.

EXPORTACIÓN. La asistencia periódica a ferias como las que se organizaban en Madrid, Milán y Maó, donde la Asociación Nacional de Fabricantes tenía su sede y reunía a compradores de todo el mundo, les abrió las puertas a las exportaciones. “Grecia, Rusia y los países del Este fueron los primeros países para los que empezamos a vender”, detalla Juan Romero. “Este sector funciona con colecciones nuevas cada cuatro meses, que se guían tanto por las tendencias del momento como por las peticiones de los clientes. La ventaja del no nacional es que pagaba antes de recibir la colección y, por lo tanto, pudimos sortear los impagos con facilidad”, añade Kike Romero. La apertura europea les llevó a vender a otros país, como Alemania, Irlanda o Italia, pero también a dar el gran salto a Chile, Uruguay o Japón.

La buena marcha de la empresa les empujó a trasladarse desde Maó hasta el polígono industria de es Castell. “Compramos una nave de 350 metros cuadrados que nos ayudó a incorporar más maquinaria y producir más variedad de productos como pins, llaveros o trabajos personalizados para regalos de empresa. Éramos cuatro personas trabajando y contratamos una persona más, que nos estuvo ayudando en los momentos de más trabajo”, comenta Kike Romero.

Pese a esta expansión, el objetivo que se habían marcado tanto Antonio Romero como su socio Nando Andreu no era crecer para convertirse en una empresa muy grande, sino rodearse de un cliente muy fiel para mantener la estructura con la que poder ganarse la vida. “Nos poníamos la corbata y los gemelos para asistir a las ferias y, cuando volvíamos a Menorca, volvíamos a la bata para soldar, pulir o lo que hiciera falta. Siempre hemos sido multifuncionales”, comenta Juan Romero.

Mientras el hermano mayor se ha encargado habitualmente de la creación, los diseños y los acabados, Kike Romero ha asumido labores administrativas y de relación con los clientes. Por su parte, Nando Andreu aportaba la parte técnica de soldaduras.

NUEVA ETAPA. La jubilación de su padre llegó en plena crisis económica, pero ellos supieron leer el momento como una oportunidad sin lamentarse. Hacía dos años que prácticamente habían dejado de ir a ferias por la caída de asistencia de compradores y fue la desaparición progresiva de muchos mayoristas lo que les abrió la oportunidad al contacto directo con el vendedor de sus colecciones. “Empezamos a hacer una labor de hormiga a través de Linkedin y establecimos una red de relaciones directas con clientes que no habíamos tenido nunca. Contactamos con camiserías, con corbaterías y negocios relacionados a los que ofrecíamos nuestro producto”, explica Kike Romero. “De los 300 clientes que habíamos llegado a tener que quedarnos con poco más de un centenar, pero eran clientes muy buenos que nos siguieron dando estabilidad” añade Kike.

“Hoy día fabricamos unos 50.000 gemelos al año de marca propia y para clientes a los que les ponemos su marca. Las relaciones han cambiado, son mucho más inmediatas, pudiendo mostrar las colecciones a través de whatsapp”, concluye.