Los hermanos Maria Teresa y Sebastià Orfila están al frente de este negocio familiar que lleva más de cincuenta años en funcionamiento. | Javier Coll

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En Embotits Trebalúger siguen cortando el tocino a mano, como se hacía antiguamente y es que en casa de la familia Orfila han vivido una relación muy estrecha con el mundo del campo y los embutidos. Son elaboradores desde hace más de medio siglo y el trabajo se continúa realizando de manera artesanal, aplicando las mismas fórmulas que han pasado de padres a hijos, mano a mano. La tercera generación de Embotits Trebalúger liderada por los hermanos Sebastià y Maria Teresa Orfila, está hoy día al frente del negocio tratando de mantener vivo el espíritu de la tradición, pero al mismo tiempo innovando con productos nuevos y recuperando recetas antiguas.

Una pequeña industria local cárnica que se esfuerza por mantener intacta la calidad a base de un control riguroso de la trazabilidad, que empieza por la selección del animal vivo a través de payeses de confianza, hasta el secado natural en sus instalaciones. Venden sus elaboraciones en tiendas gourmet de la isla y han abierto una tienda online propia con la que también hacen llegar sus productos fuera de Menorca. Actualmente trabajan tres personas y cuando les queda tiempo tratan de participar en ferias o degustaciones, como hace unas semanas cuando participaron en la Fira del Camp de Alaior. El año pasado elaboraron 20 toneladas de embutidos.

ORÍGENES. La historia de Embotits Trebalúger se remonta a 1950 cuando Maria Cardona, la abuela de los actuales propietarios, abrió un pequeño colmado en la urbanización de Trebalúger, perteneciente al municipio de es Castell. Su marido se había quedado ciego y ella tenía que sacar adelante la familia como pudiera. La apertura de esta tienda de barrio a las puertas de su casa en la que vendía frutas y hortalizas de su huerta sirvió de sostén hasta que, diez años más tarde, a su hijo Miguel Orfila se le ocurrió ampliar el negocio y empezó con las matanzas para vender la carne y los embutidos en el mismo colmado, además de ofrecer el servicio de matanzas a particulares. No tenían cerdos en propiedad, pero gracias a la amistad trabada con payeses que conocían personalmente, se podían abastecer de la materia prima para poder hacer sus elaboraciones. “Cuando mi hermano y yo nos pudimos incorporar al negocio, mi padre decidió que teníamos que transformar aquel colmado antiguo en un pequeño supermercado que tuviera capacidad de abastecer no solo a los vecinos de la zona sino también a los veraneantes que pasaban sus vacaciones en Menorca”, explica Maria Teresa Orfila, propietaria actual junto a su hermano Sebastià.

En 1998 decidieron abrir el nuevo supermercado sin dejar de lado la elaboración de sobrasada, butifarrón o la carn i xua que en aquel momento ya hacían con su marca propia. “La filosofía de trabajo de nuestro obrador era sobre todo la calidad, desde la compra del animal vivo, el control en todo momento de su traslado al matadero y, finalmente, el posterior transporte a nuestras instalaciones para poder darle el tratamiento para conseguir el producto final en el que hacíamos un secado totalmente natural, sin ningún tratamiento externo”, detalla su hermano Sebastià. La idea del nuevo establecimiento con una superficie de 260 metros cuadrados era poder vender sus propios embutidos y también añadir a la cesta de la compra otros productos menorquines como el queso, además de un surtido amplio para poder realizar una compra completa. La estacionalidad del supermercado, la crisis económica y el aterrizaje de nuevos competidores les obligó a desprenderse de su gestión hace dos años, centrando todos su esfuerzos en su fábrica de embutidos y comercializando a través de distribuidores.

RECUPERACIÓN. A lo largo de todos estos años, Embutidos Trebalúger se ha mantenido fiel a los métodos de elaboración tradicionales, pero ha tenido la inquietud de recuperar recetas tradicionales. Precisamente una de las variedades que han introducido en sus recetas es la del famoso pimentón de Mallorca, conocido como tap de cortí. “A través de la empresa mallorquina Especias Crespí pudimos dar con este ingrediente que cultivan mediante agricultura ecológica y se ha convertido en parte esencial de la sobrasada, no solo por su color rojo anaranjado sino también por su sabor dulzón que proporciona al embutido un paladeo singular”, comenta Maria Teresa. En esta misma línea de recuperación, pero también de innovación, decidieron introducir la longaniza con vinagre y orégano, la sobrasada blanca hecha con sal y pimienta o el fuet al estilo menorquín. Precisamente este año han lanzado al mercado una variedad de fuet que incluye queso de Mahón con la que esperan sorprender al consumidor gracias a esta mezcla de ingredientes típicamente menorquines.

Entre sus creaciones también destaca su carn i xua, escogida mejor embutido de Balears en un ranking elaborado por IB3 Televisió en noviembre del año pasado. El noventa por ciento de su producción se vende en Menorca a través de distribuidores que se encargan de repartirla en establecimientos gourmet o pequeñas tiendas delicatessen aunque hace cuatro años decidieron abrir una tienda online para poder estar presentes en las redes y, de este modo, traspasar fronteras. “La tienda virtual no funciona al ritmo que nos gustaría porque, entre otras cosas, no tenemos más tiempo para dedicarle, aunque nos sirve como difusión de la marca y al mismo tiempo como enlace para aquellos clientes de temporada que nos han probado y que no viven en Menorca, pero que les gusta que les hagamos llegar el sabor tradicional de la isla a su casa”, detalla Sebastià. Disponen también de un vehículo isotérmico que les sirve para poder hacer un reparto autónomo.

FUTURO. El futuro de Embotits Trebalúger pasa por abrir nuevas líneas de producto, en concreto una gama para el sector de la restauración al que les gustaría poder llegar. “De todos modos preferimos calidad a cantidad porque nuestro secadero tiene la capacidad que tiene y actualmente mantenemos un equilibrio entre producción, personal y atención comercial que no nos permite crecer mucho más allá de nuestras capacidades”, explica Maria Teresa Orfila. Ella trabaja codo a codo con su hermano y tienen una persona de refuerzo para las puntas de producción. Pese a ser elaboradores de toda la vida, no estaban certificados como productores artesanos y por este motivo están realizando los trámites que acrediten lo que ya llevan haciendo desde hace más de cincuenta años.