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Preocupante el diagnóstico que ofreció sobre Menorca hace pocos días el catedrático de economía de la UIB Antoni Riera y director de la Fundació Impulsa. Primero en la conferencia que ofreció en el Club Marítimo con motivo del ciclo Repensar Menorca, organizado por el Diari Menorca, y al día siguiente, en el encuentro celebrado con el Cercle d’Economia. Riera alertó a todos los presentes de la baja productividad y competitividad que acusan las empresas menorquinas, provocando que en los últimos dieciséis años hayamos pasado de estar por encima de la media balear a situarnos prácticamente en la cola. Que la economía de Menorca solo haya crecido un 0,2 por ciento entre 2003 y 2015 es realmente grave y sintomático porque la ha situado en un equilibrio de bajo perfil, arrastrada casi por una inercia que podría ser muy peligrosa y que nos dejaba más expuestos a circunstancias impredecibles como las consecuencias que el brexit pueda tener para Menorca. ¿Qué nos queda en términos de bienestar? Pues esta situación, entre otras cosas, ha provocado que un ciudadano menorquín haya erosionado su poder adquisitivo nada más y nada menos que un 27% y que, por ejemplo, el esfuerzo de las familias por enviar a su hijo a estudiar fuera implique mayores sacrificios.

Antoni Riera explicó que desde la Fundación Impulsa, habían hecho un análisis de los balances de ochocientas empresas de Menorca desde el año 2000 hasta la actualidad y habían podido comprobar que estaban operando con márgenes más reducidos que la media balear y con una productividad que había estado cayendo progresivamente durante estos quince años. Asimismo la rentabilidad y la inversión eran también inferiores a nuestros vecinos, ergo, Menorca dejaba de ser potencialmente un territorio interesante en el que invertir. Para mayor abundamiento, antes del año 2000, Menorca disponía de una productividad superior a la media balear pero un contexto de menor facturación, márgenes más estrechos y la necesidad de mantener un activo que por definición era más pequeño, las había arrastrado a reducir productividad. Y esto quería decir también menor innovación o modernización. El ínclito economista apeló a todos los asistentes a dar un paso adelante en temas de mejora de la productividad sin esperar a que la administración pública resolviera la papeleta, ya que tal y como pudo constatar en la pasada campaña, ninguna de las propuestas económicas llevaba ideas o recetas para mejorar la productividad.