ARTE

Bernardí Roig añade un tercer cuerno a los Bous de Costitx

El artista inaugura el martes en el Museo Arqueológico Nacional una exposición en la que reflexiona sobre este tesoro patrimonial hallado en el siglo XIX en Son Corró

El artista Bernardí Roig. | Bruno Daureo

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Son Corró, 1895. Un labriego, con la espalda quebdrada de trabajar a destajo en este predio de Costitx, propuso a su capataz mover unas rocas enormes para ampliar el terreno de siembra. Al atardecer ya habían conseguido desplazar las primeras piedras y cavado parte de la zona cuando, de repente, la punta de la azada impacta contra un objeto metálico. Así fue cómo, por azar, se descubrieron los Bous de Costitx, tres piezas de bronce fechadas entre los siglos V y II a. C. que constituyen un auténtico tesoro patrimonial de la cultura talayótica. Pocos meses después de su hallazgo, el propietario de Son Corró, Joan Vallespir, las vendió al Ministerio de Fomento del gobierno español por 3.500 pesetas. Así fue como, a pesar de las gestiones de la Societat Arqueològica Lul·liana para que se quedaran en casa, los Bous de Costitx permanecen, 130 años después en Madrid, concretamente en el Museo Arqueológico Nacional (MAN).

Precisamente es allí donde el artista Bernardí Roig (Palma, 1965) tuvo la revelación de su nueva exposición, que se inaugura el martes y se abrirá al público de forma oficial al día siguiente: Caps [y] Bous. El tercer cuerno. La propuesta expositiva, cuenta, surge, a modo de «fabulación», de ese «clinc azaroso» de cuando la punta de la azada dio abruptamente con la piedra, hace ya más de un siglo.

Sin embargo, puntualiza, el proyecto comienza a gestarse hace ya una década, «cuando el MAN organizó las salas de una manera fascinante, con los tres toros, o, mejor dicho, dos toros y una becerra, y fui visitando la exposición, provocando todo ello una suerte de coágulo en el cerebro».

Contemporaneidad

Así las cosas, «con esa impresión de contemporaneidad, porque las piezas parecen hechas en el siglo XX, como si se tratara de arte contemporáneo, empecé a tener conversaciones con la dirección del MAN y propuse llevar a cabo una reflexión sobre lo que podría significar todo aquello». «Tras la investigación, encontré por fin la propuesta final: el tercer cuerno. Es una metáfora, ya que los Bous solamente tienen dos, pero ese tercer cuerno dorado que añado refleja esa acumulación de miradas en la pared en la que están colocados. El tercer cuerno lo hemos creado entre todos, es como si la materia coagulase a partir de las miradas. Y ese tercer cuerno ha tardado 130 años en crecer y ha ido mutando, pues mirar resignifica. Es entonces cuando se le arranca esa condición originaria, vinculada a los rituales, y se convierte en un objeto estético. Ese cúmulo de miradas a lo largo de 130 años conforma el tercer cuerno», aclara. Un tercer cuerno que toma distintas formas, como una nariz, también dorada.

Bernardí Roig añade un tercer cuerno a los Bous de Costitx como metáfora de la «acumulación de miradas» que se han proyectado sobre estas piezas a lo largo de 130 años.
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De esta manera, con su proyecto, Roig pretende «abarcar el concepto de museo arqueológico como ampliación de la verdad del objeto hallado, que revela lo auratizado y museificado. De hecho, en estas salas dominan las vitrinas, que no deja de ser una manera de sacralizar desde otro lugar, no desde el uso mágico o religioso, sino desde el estético. Porque, al fin y al cabo, la vitrina musealiza», explica.

Los tres Bous no son las únicas piezas que forman parte de la propuesta de Roig, que, en total, incluye seis obras, que están ubicadas en los dos patios, el ibérico y el romano, y el jardín. «De las seis, hay dos monumentales: una verja de catorce metros y la torre de luz hecha con bloques donde está suspendida la réplica del Bou. De menores dimensiones son algunos dibujos y una cabecita pequeña del dimoni cucarell. Me apetecía jugar con lo monumental y entrar en lo íntimo. En el yacimiento no había ningún cap de dimoni cucarell, pero me ayudaba a equilibrar la exposición, combinando medios y grandes formatos con una pieza íntima colocada en el interior de la vitrina», matiza.
En este sentido, cabe recordar que la estructura de la torre de bloques de luz recuerda a la intervención que Roig llevó a cabo en el patio del Casal Solleric. Una instalación monumental que llevaba por título La máscara del ciervo y que creó a propósito para la muestra La habitación roja, que se inauguró en el Solleric hace justo un año.

El artista también ha creado una pequeña cabeza del 'dimoni cucarell'.

Fue entonces, recuerda el creador, cuando puso en práctica «la solución para la columna». «Aunque es similar, es algo diferente a lo que he hecho en el MAN, donde la torre tiene en su interior, de forma suspendida, la cabeza del Bou con ese tercer cuerno dorado», explica. «Es la segunda vez que construyo una torre de luz así y está muy ligada a los lenguajes más modernos, vinculada al minimalismo. Creo que es importante establecer herramientas lingüísticas contemporáneas. En este caso, es esencialmente luz, no pesa, algo que contrasta con lo que hay en la sala, puesto que todo son piezas muy pesadas. Es allí donde se sedimenta la memoria, que es mi punto de partida para construir esta torre de seis metros ligera visualmente y ahuecada por dentro, donde la luz ha coagulado en forma de bloque de luz. Allí flota la cabeza del toro, que mide uno por uno, exactamente igual que la real».

Sobre la polémica e histórica cuestión de si los Bous de Costitx deben regresar a Mallorca, Roig se muestra claro: «Siempre he dicho que son espectaculares y que deberían volver, pero también viajar por el mundo. Desconozco cuáles son las condiciones de conservación que requieren y el interés ideológico y político que se ha formado, pero es cierto que están vinculados a la Isla y es donde deberían estar. En todo caso, hay que recordar que no fue un expolio, sino que fueron vendidos. Estaría bien que regresaran temporalmente y, al menos, tenerlos en casa de forma temporal».
Por otra parte, señala que «no es que me hayan llamado la atención por su mallorquinidad, porque me da igual dónde se encontraran. Lo importante es su síntesis lingüística, no hay nada igual en el mundo, porque los toros suelen ser peludos y estos no lo son; preconfiguran la modernidad». De hecho, la muestra, que podrá visitarse hasta el próximo mes de mayo, cuenta con el apoyo del Govern, el Consell y el Ajuntament de Palma.