El escritor Iñaki Rubio presenta este miércoles 'Pau de Gósol. Picasso al Pirineu' (Comanegra). | Teresa Ayuga

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Pablo Picasso es, sin duda, uno de los artistas españoles más importantes de la historia. Sin embargo, pocos saben que, durante un tiempo breve a la vez que intenso, el creador malagueño fue Pau de Gósol. Antes de convertirse en el genio mundialmente conocido, Picasso dejó atrás el bohemio y cosmopolita Montmartre para intentar desbloquear su mente. Y eso es lo que halló, con creces, en Gósol, un pequeño pueblo del Prepirineo, a quinientos metros de altura y rodeado por grandiosas montañas. Picasso llegó a las montañas catalanas siendo un pintor ochocentista y regresó a París «con el germen de la modernidad enrollado en las telas que se llevó a Montmartre». Ese episodio tan desconocido como apasionante y revelador es el que aborda el escritor Iñaki Rubio en Pau de Gósol. Picasso al Pirineu (Comanegra). Lo presentará este miércoles 14 de febrero, a las 19.00 horas, en la librería Quart Creixent de Palma.

A pesar de ser un episodio desconocido por el público general, Rubio, afincado en Andorra [muy cerca de Gósol] desde hace más de veinte años, no lo era. «En Andorra conocemos muy bien su dibujo Pageses d’Andorra. Él casi nunca titulaba sus obras, pero en este caso sí. Así que es lógico que todos los andorranos conozcamos esta parte de su vida. Es casi cultura popular. Y, obviamente, no soy el único que se interesa por su estancia en Gósol. Ya lo han hecho las historiadoras Jèssica Jaques Pi y Conxita Boncompte. Yo tenía esa historia aparcada en un cajón desde hacía mucho. Como creador literario, era un imán para mí. Así que me lancé a investigar más en profundidad y me di cuenta de que aquel episodio era todavía más importante de lo que imaginaba», señala.

Portada 'Pau de Gósol. Picasso al Pirineu'

«En apenas dos meses, Picasso creó unas 300 obras en Gósol. Viajó hasta allí porque en París estaba bloqueado, tenía demasiadas presiones: marchantes, coleccionistas y muchos artistas buenísimos. Era muy reacio a presentarse en público, tenía miedo a ser lo que era en realidad a sus 24 años: un pintor más. Y, a la vez, tenía un ego descomunal, por eso entró en crisis. En Gósol encontró la paz y la armonía que necesitaba, se liberó. Además, conectó muy bien con el pueblo, se cambió el nombre a Pau de Gósol, incluso se cortó el pelo como los demás hombres y se hizo un autorretrato como si fuera un habitante más. Estaba tan en paz que por eso pudo producir tantísimo», razona.

Crisis creativa

La crisis creativa, cuenta el autor, surgió a raíz de un retrato a la escritora estadounidense Gertrude Stein. «El problema es que él era consciente de que la fotografía conseguiría un retrato más realista y la convención renacentista del mimetismo y la figuración estaban ya superados; así que tenía que abrir un nuevo camino. En Gósol se carga el canon del retrato renacentista, encuentra la solución de la máscara, y cuenta la leyenda que, en una sola tarde, en París, logra terminar el retrato a Stein, sin estar ella presente. Es el primer retrato moderno. Tradicionalmente, el arte tenía que imitar la realidad, pero él la pintó como si la realidad tuviera que imitar el arte. Es decir, el arte pasa a ser independiente de la realidad. Después, en París, hace evolucionar esos retratos y obras hechas en Gósol. Es así cómo llega a pintar Les demoiselles d’Avignon, el cuadro más importante del siglo XX, que nace en París, pero se concibió en Gósol. Es el germen del cubismo», recalca Rubio.

¿Y qué llevó a Picasso a decidirse por un pueblecito tan escondido y lejos de todo? «Buscaba un lugar donde aislarse, para no repetirse y, por tanto, tenía que ser muy diferente a lo que había visto. Viajó con su primera pareja, Fernande Olivier, con la que también buscaba tener un hijo. Eligió Gósol por casualidad, porque sus amigos Enric Casanovas, escultor, y Cinto Reventós, médico, se lo recomendaron. Casasnovas tenía previsto alojarse allí con él, pero finalmente no fue así, por eso se enviaban tantas cartas, donde Picasso firmaba como Pau de Gósol. En estas misivas le pedía papel, porque se había quedado sin material, e incluso le adjuntaba una pequeña lista de la compra de Fernande», justifica.

Formato

El libro de Iñaki Rubio se mueve entre la novela y el ensayo. «Es un juego ambiguo como género. Cuento cosas reales, por tanto, en parte es ensayo; pero el ensayo tiene unas cotillas y un público que limitan el poder contar una historia. Por otra parte, soy narrador, novelista, así que uso esas herramientas. Podríamos decir que me permito el lujo de poner literatura a los hechos a los que no llegan los datos. Ahí entra el juego de identificarme con Picasso, a jugar con el lector de adivinar quién podría ser Herminia, la mujer de Gósol que cautivó a Picasso y que es poco probable que se llamara así en realidad», razona.

En todo caso, Rubio asegura al lector que en estas páginas encontrará «hechos y pequeñas anécdotas reales», pero también medidas dosis de ficción que, como a menudo sucede y como Picasso bien lo demostró, el arte es el medio que mejor puede ayudar a entender la realidad.