Clara Ingold posó este jueves en Palma para esta entrevista. | Teresa Ayuga

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Una paloma de parque es ese animal que nos acompaña en nuestro día a día en la ciudad. Hay quien las llama ‘ratas del aire’, pero sí están ahí es «porque han decidido quedarse entre nosotros». Ese animal le sirve a Clara Ingold (Palma, 1985) para lanzar una reflexión y dar título a su espectáculo Paloma de parque, que estrenó a finales del año pasado en el Estudi General Lul·lià de Palma colgando el cartel de ‘no hay entradas’. Un éxito que ha traspasado fronteras y con el que muy pronto esta actriz y música emprenderá una gira que la llevará a Barcelona (26 de febrero, Teatre Borràs), Madrid (del 29 de febrero al 3 de marzo, Teatro del Barrio), Menorca (13 de abril, Sala Albert Camus) y Tarragona (11 y 22 de mayo, Sala Trobo). Antes, los días 20 y 21 de enero, volverá al Estudi General Lul·lià.

Desde el estreno de Paloma de parque, el público ha respondido con entusiasmo y sold outs. ¿Lo esperaba?
No lo esperaba, trato siempre de no tener expectativas porque así, si te das la hostia, no duele tanto, aunque sí que tenía la intuición de que lo que estábamos haciendo era muy guay. También pensé que habíamos arriesgado demasiado, tocando temas que de alguna manera no sabía cuál iba a ser la reacción de la gente, pero todo lo contrario, el feedback está siendo increíble. No hay duda de que ha gustado.

¿Qué tiene Paloma de parque de especial que tanto está gustando?
Creo que es muy liberadora para alguien que la pueda ir a ver, sin pretenderlo, porque no dejo de hablar de temas que parten de historias mías, pero que al mismo tiempo y por lo que veo son muy universales al mismo tiempo. Roza lo autobiográfico, me inspiro en cosas de mi vida, o de gente cercana, algo que llega a ser muy visceral. La gente se ve reflejada en la obra y eso se ve en las risas que se generan.

Entonces, ¿lo cotidiano es la mejor fuente de inspiración?
Es lo que tiene más verdad de todo. Creo que por eso la gente empatiza tanto, lo ve muy cercano. La comedia, por lo que veo, cuanto más se comprende o más reflejado se ve alguien en ella, la entiendes, está más cerca de ti y es cuando funciona.

Dice que le preocupaba tocar según qué temas.
Tampoco quiero hacer spoilers, pero me preocupaba que una parte de la obra, la única que se sale un poco de mis vivencias propias y se habla de algo más común, que nos afecta a todos, toca la destrucción del planeta, de cómo las personas lo estamos destruyendo. Tengo la sensación de que a eso también le he dado una vuelta y ha funcionado. Es una parte sensible, me da la sensación de que hemos hecho una obra que tiene muchos matices, no es una comedia desternillante y punto, te hace reflexionar un montón. También es melancólica, es muy completa. Sin quererlo, hemos hecho una pieza teatral para estos momentos que vivimos de estímulos continuos. Es como estar una hora haciendo scrolling en Tik Tok.

Al igual que en sus anteriores propuestas, la música es importante en Paloma de parque. ¿No puede separar teatro y música?
He encontrado ahí un lenguaje que es el que me interesa, aunque no es que siempre vaya a estar ligado. En Peajes [su anterior obra] encontré este lenguaje y con Paloma de parque lo he acabado de pulir. Lo que hago es contar cosas a través de las canciones que en un texto sonarían distinto. Cosas que, de otra manera, quizás sonarían aburridas. Haces que el mensaje llegue de otra manera, aunque en realidad no es que lo haya meditado demasiado, pero me mola la música y me gusta que esté en el espectáculo.

La obra ya se ha visto fuera, concretamente en Barcelona. ¿Cómo fue la experiencia?
En Barcelona se llenó, igual que aquí. El recibimiento fue el mismo, aunque el público es más efusivo fuera de Mallorca; aquí, a veces, es más seco. Creo que es genial que yo esté acostumbrada al público mallorquín porque salgo de aquí y no tengo esa sensación de familiaridad, pero el recibimiento es más cálido. En Barcelona vinieron a ver la obra personas muy metidas en el mundo de la comedia y el feedback fue muy bueno, me dijeron cosas como ‘eres una show-woman como una catedral’ o ‘esto se está haciendo el Londres, aquí en España nadie hace esto a nivel formato’. Estoy muy contenta.

¿Es un punto de inflexión en su carrera? ¿Qué crees que le puede deparar?
Tengo la sensación de que es la culminación de una búsqueda, pero va más allá del recibimiento que está teniendo la obra. Creo que hemos hecho una obra más redonda y más afinada, y creo que se moverá más. ¿Qué pasará ahora? Hacer bolos supongo. Lo que me mola es que le está gustando a la gente del mundo de la comedia.

Sobre el escenario está sola, pero detrás hay más personas trabajando en la obra.
Cuento con un equipo que ayuda, que hace que cuando me suba al escenario tenga confianza. Antes era yo, creyéndome que lo que había hecho era guay. Siempre he tenido el síndrome de la impostora porque soy mujer y la vida es así, el entorno no facilita las cosas para las mujeres. Si una mujer tiene un fracaso se la penaliza más que si le pasa a un hombre.