Joan Fullana, Aina Fullana, Cristina Bugallo y Toni Gomila, en Espai el Tub, que gestiona Produccions de Ferro. | Teresa Ayuga

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Els dies bons (Bromera), debut de Aina Fullana , fue todo un éxito: Premi València Alfons el Magnànim de Narrativa 2021, Premi de la Crítica dels Escriptors Valencians 2022 y estuvo nominada al Premi Òmnium a mejor novela de 2022. Una trayectoria que continúa con la adaptación teatral que lleva a cabo Produccions de Ferro y que se preestrenará en el Teatre Principal d’Inca el 10 de marzo y que llegará a la Sala Gran del Principal de Palma a la semana siguiente, los días 16 y 17.

La obra, que llevará el mismo título, estará dirigida por Joan Fullana, ya tiene a sus tres protagonistas: Àlvar Triay, Caterina Alorda y Lulú Cormican, padre, madre e hija en esta ficción, de la que también formará parte el intérprete Lluís Marquès. En cuanto al equipo técnico, Xesca Salvà se ocupará del espacio escénico, Josep Orfila del vestuario y Juanro Campos del diseño de luces.
El proyecto surgió cuando Joan Fullana se leyó la novela de la autora de Manacor. Curiosamente, lo primero que pensó, confiesa, es lo complicado que sería convertirla en una obra de teatro.

«Los recursos en ambos lenguajes son muy diferentes. La novela se divide en tres partes y cada una consiste en un monólogo interior de un personaje diferente. Así que hay un componente importante de pensamientos y reflexiones algo que, de entrada, resulta poco teatral en un sentido escénico», razona.

Sin embargo, «esa dificultad hacía que fuera necesario encontrar un sistema que se alejara de la novela y que aportara algo diferente. Porque no sirve de nada poner en escena algo que no es nuevo, es decir, no quería hacer una simple traslación o trascripción de la novela, sino proponer una especie de reinterpretación», detalla el director, que lleva medio año trabajando codo con codo con la escritora para llevar a cabo esa reinterpretación.


Adicciones

Por su parte, para Toni Gomila, director de Produccions de Ferro, el atractivo del texto de Fullana reside en la «manera de enfocar las adicciones, esas que son sociales y que están tan disimuladas, que no salen a la luz, pero que destrozan todo un mundo interior; eso me parecía muy teatralizable». «Siempre he dicho que no es una historia sobre las adicciones, sino sobre cómo actuamos y cómo nos relacionamos; sobre los traumas, el contexto social y las circunstancias personales que aquí se materializan en las adicciones», puntualiza la escritora.

En este sentido, Gomila señala que «para los que no estamos familiarizados, tendemos a pensar en la gente que toma algo un sábado por la noche, pero realmente son yonquis que se chutan por la calle. Hay todo un mundo de gente adicta habitual, que ha hecho de eso su modus vivendi y que se oculta tras una fachada social. Pero, en realidad, hay una profundísima oscuridad y eso es lo más interesante».

Los dos Fullanas –que no guardan ningún parentesco familiar– señalan que en esta versión han intentado mantener esa esencia de la novela, pero ofrecer un montaje «muy visual y dinámico, como si el espectador estuviera viendo los pensamientos y recuerdos de los personajes».

«En la novela hay una frase que dice algo así como que los recuerdos son una película que viste hace mucho tiempo. Ese ha sido el motor de la reescritura. De forma más o menos consciente, hemos ido deshaciendo la novela a trozos, la hemos cortado en retales casi aleatorios y hemos jugado, como niños, a juntar esos trozos como si fueran recuerdos, creando una suerte de mapa que es la pieza», coinciden.