El artista Álex Jul pinta en su estudio del centro de Palma principalmente rostros en blanco y negro al óleo. | M. À. Cañellas - miquel angel canellas

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Su estudio es pequeño y huele a pintura. No entra mucha luz natural, por lo que los focos están presentes y por no llegar, tampoco hay cobertura. Es algo así como un búnker. Y a pesar de todo rebosan los colores con los que Álex Jul satura sus retratos mayoritariamente en blanco y negro. El mallorquín es artista, sí, pero tampoco viste mal el adjetivo de artesano. De formación autodidacta, Jul se crea sus propios lienzos y, a su vez, fotografía los objetos de su imaginación para luego trasportarlos o, mejor dicho, recrearlos al óleo sobre la tela. Se estrenó en esta pasada Nit de l’Art participando en Gallery Can Boni y con varias exposiciones repartidas en las siguientes semanas, pero con la mirada fija en «la proyección internacional».

De pequeño ya pintaba, explica el propio Jul, y su trayectoria y formación se basa en una simple idea: «Nunca he dejado de hacerlo». Aunque llegada la mayoría de edad, no fue sobre el papel donde empezó a plasmar su arte, sino en una superficie mucho más diferente: la piel. «Siempre quise ser tatuador y lo llegué a estar en dos estudios de Palma, pero nada más empezar me di cuenta de que no me gustaba porque me limitaba mucho».

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Imagen del estudio de Jul en pleno centro de Palma.

Fueron «sensaciones» que notaba a la hora de trabajar lo que poco a poco le fueron distanciando del tatuaje. La «rectitud del proceso, ya que está todo muy orientado a lo que quiere el cliente, obviamente». Además de otras pequeñas cosas que no encajaban con su forma de ser y crear: «Soy mucho más explosivo como para estar centrado en una pieza de diez centímetros. Además, prefiero ser un patrimonio en lugar de un servicio, estoy construyendo mi marca».

Ese «puntillismo» del inicio, como define a su incursión en el mundo del tatuaje, se le quedó corto rápidamente y sin pensarlo mucho dio el salto al óleo sin mayor preparación que su propia ambición y ganas de explorar. «Buscaba algo que me permitiera ampliarlo todo y el óleo me lo da» destaca al tiempo que explica que «la llaman la técnica de los maestros, pero no porque la usen ellos, sino porque es salvaje y difícil de controlar y requiere maestría». No obstante, no oculta que «es una rotura de cabeza y formamos un matrimonio algo complicado», reconoce.

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Detalle del estudio de Jul con sus pinceles embadurnados en pintura.

Poco a poco, sin embargo, va «pillándolo», pero sigue peleándose con el óleo: «Lo más difícil es la expresión facial, construir la cara, su anatomía». Y aunque él mismo se cataloga como «figurativo», confiesa estar empezando a coquetear con la abstracción ya que «busco formas nuevas que no tengan mucho que ver con nuestro entendimiento de lo que podamos percibir».

Esa búsqueda de nuevas metas y objetivos es también una lucha constante para Jul, quien señala que «cada noche al irme a dormir, si me siento algo má desarrollado que el día anterior estoy contento porque quiero crecer cada vez más porque en la pintura es el único sitio donde me siento lleno al cien por cien».

Por ello, sus obras han pasado de imágenes típicas del mundo del tattoo, como los cráneos, una «fase inicial» porque al fin y al cabo «son mis raíces», a las figuras humanas, mujeres principalmente que, tras una sesión fotográfica en la que se inspira in situ para la posterior obra en el lienzo para, finalmente, llegar «al rostro, lo que me interesa».

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Su estudio es oscuro y no llega la cobertura, es una suerte de búnker para el pintor.

El blanco y negro son prioritarios en su obra porque «así estoy pediente solo de la sombra y la luz» y, de hecho, reniega de que sea más sencillo que el color, ya que así como «del 0 al 1 hay tantos números como el infinito, del blanco al negro tiene infinitos valores». Por lo que el universo de Jul cabe en un gris a medio camino entre el blanco y el negro.