Carla Nyman posa con los actores Isabel Ordaz y Marcial Álvarez y el autor y productor Eduardo Galán.

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Cuando Carla Nyman (Palma, 1996) estrenó en abril Yo solo vine a ver el jardín en la sala alternativa Nave 73, en Madrid, el autor y productor Eduardo Galán quedó gratamente sorprendido del proyecto escrito y dirigido por la mallorquina. A raíz de este montaje, Galán le propuso dirigir su obra La profesora, que tras estrenarse en Alcalá de Henares, llega este miércoles al Teatro de Bellas Artes de la capital.

«Estaba interesado en encontrar a alguien que manejara nuevos lenguajes escénicos y que diera frescura a la pieza para romper con lo convencional», cuenta Nyman, que aquí dirige a los actores Isabel Ordaz y Marcial Álvarez, conocidos por sus papeles en teatro y televisión, especialmente en series como Aquí no hay quien viva y El comisario, respectivamente. En la producción figuran, entre otras, Secuencia 3, El Terrat, Saga Producciones y Hawork Studios.

Sinopsis

En La profesora, detalla Nyman, «una profesora [América Alcalá] que está cerca de la jubilación, muy entregada a las clases y a sus alumnos y, sin embargo, muy desgraciada en su vida personal, conoce al padre [Ortiz] de una de sus estudiantes [Daniela]. Él es pescadero y, por tanto, viene de un mundo muy distinto al de ella, de clase obrera. Ella, además, es muy intelectual y clasista y su primera impresión al conocerlo es de rechazo. Entonces, se produce una colisión de estos dos mundos que desemboca a algo medio disparatado y neurótico».

En este choque, Nyman se fija en «cómo terminan humanizándose los personajes, que en un principio obedecen a los clichés: la académica intelectual frente al zafio y burro». Así, la directora incide en que «hay un punto en el que son tan distintos el uno al otro que es cuando entra el sentido del humor, que hace que se les caigan las caretas y se produce un relajamiento de su lucha».

Porque, según Nyman, son personajes que «siempre están luchando», cada uno en su propio mundo: él en la pescadería y en los conflictos con su hija y ella en el de los libros. «En el momento en el que se conocen esto se afloja y cada uno va aprendiendo del otro. Los mundos se van entremezclando y se fusionan las parcelas de intimidad, volviéndose más porosas», añade.

En este sentido, la mallorquina confiesa que «he descubierto el sentido del humor, que siempre me ha fascinado, pero con el que nunca he trabajado». «Vengo de un teatro contemporáneo, más fragmentario, donde el humor no es tan explícito. Así que en este caso opté por aplicarlo en ese encuentro de los dos universos, a través de situaciones delirantes y neuróticas. De repente, ella aprende cosas sobre pescados y él a interesarse por diccionarios. Es muy gracioso verlos en posiciones en las que la vida no les pondría», relata.

Isabel Ordaz y Marcial Álvarez, durante una escena de la obra.
Isabel Ordaz y Marcial Álvarez, durante una escena de la obra.

Tutorías

Y todo ello, avanza, gracias a «un personaje que nunca aparece físicamente, pero que en realidad podría considerarse la protagonista: la hija de Ortiz, Daniela. Es ella quien los ha unido».
De hecho, la pieza se estructura en tutorías.

«Cada escena es una tutoría y, de esta manera, el espectador ve una evolución, que empieza con el enfrentamiento. Sin embargo, luego, cuando cada uno se va a su casa, te das cuenta de que uno ha hecho mella en el otro y así, poco a poco, se van influenciando mutuamente. Además, entre las tutorías hay microescenas en las que vemos cómo se comporta cada uno en su intimidad, por separado. Es como si la escena estuviera partida y a la izquierda ves a Ortiz en su casa y, a la derecha, a América en la suya. De este modo, conocemos la privacidad de cada uno simultáneamente», razona.

Como sucede con los personajes, Nyman y los actores Isabel Ordaz y Marcial Álvarez también provienen de mundos distintos. «Ellos han trabajado en un teatro de texto, interpretando grandes obras, mientras que yo he participado en montajes más performativos en los que se mezclan diferentes lenguajes. En este sentido, para mí ha sido como un redescubrimiento. En los ensayos he aprendido las diferentes maneras de afrontar el texto, mientras que intentaba generar estampas poéticas a través de los cuerpos y la escenografía», compara.

Y es que, al final, uno de los temas principales de La profesora es la soledad. «América y Ortiz están solos, cada uno con sus conflictos internos, y no tienen nadie en quien apoyarse, hasta que se encuentran. En el texto original había un beso final, pero después de debatirlo mucho lo eliminamos porque queríamos hablar de la importancia de la influencia en el otro y en cómo esto nos configura». En todo caso, «será cada espectador quien opinará si esa amistad desemboca o no en amor».