El escritor Rafel Bordoy posa en la plaza de Santa Margalida con 'Serà gros'. | Clara Ferrer

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Pocos son los que no han oído hablar de La Beata y de lo que siempre se ha defendido como «la procesión más típica de Mallorca». Y, sin embargo, no tantos conocen que por estas fechas, especialmente entre los años 50 y 90, pasaron por Santa Margalida algunos de los mejores artistas del momento: desde el argentino Luis Aguilé, quien incluso dedicó una canción al pueblo, la famosa Santa Margarita, hasta Raphael, Nino Bravo, Carmen Sevilla, Massiel, Manolo Escobar, Rocío Durcal, Isabel Pantoja, Sergio Dalma o Mecano, solo por citar algunos.

Para remediarlo, el escritor Rafel Bordoy publica el volumen Serà gros. Quan les estrelles lluïen a Santa Margalida. El libro, diseñado por el estudio On Accent y editado por el Ajuntament de Santa Margalida, se presentará esta tarde, a las 20.00 horas, en el auditorio de esta localidad.

«La parte musical y lúdica de La Beata nunca se había tratado en ningún libro», justifica el autor, pero «los vileros de más edad sí se acuerdan de que aquí actuaron los artistas que estaban de moda. Hace poco fui al médico con mi mujer y cuando le dije que era de Santa Margalida enseguida me cantó la canción de Luis Aguilé. Y es que al final, nos conocen más por esto que no por la necrópolis de Son Real o por el Comte Mal», razona el autor.

Comienzos

«En los 50, la comisión de fiestas solía estar formada por uno o dos concejales además de un secretario o un funcionario del ayuntamiento. Los más destacados fueron Ramon Valls Aguiló, abuelo de Martí Àngel Torres [que será alcalde de Santa Marglalida los dos últimos años de legislatura], Joan Monjo Oliver, abuelo del actual alcalde, Joan Monjo, y Miquel Ferrer Molinas. El primer artista importante que vino fue Juanito Segarra, intérprete de boleros muy popular en las décadas de los 50 y 60, cuya contratación costó 12.000 pesetas, en 1958», cuenta.

«Ellos se encargaban de la contratación y asumían los beneficios o las pérdidas que pudieran tener con la organización de los conciertos» en una época, puntualiza, en la que había «cierta rivalidad» con las fiestas de Sant Agustí de Felanitx. «Para compensarlo, se decidió que los hombres compraran un tíquet para poder sentarse en una silla o una mesa, mientras que las mujeres y los niños podían asistir gratis» e incluso «en algunas revetles había precios para los vileros y para los que venían de fuera».

Massiel y jóvenes 'vileros'
Massiel junto a un grupo de jóvenes de Santa Margalida en las fiestas de La Beata de 1975.

De hecho, en una de las ocasiones en las que actuó Raphael [la primera fue en 1968 y la última en 1990], «decidieron cortar las calles cercanas a la plaza para que la gente no escuchara gratis el concierto». «Fue la única vez que se hizo, ya que la medida no gustó demasiado», añade. Sobre este artista, Bordoy relata que usó como vestidor la casa de una vecina que vivía en la plaza, Catalina Piña ‘Clapada’, donde un grupo de jovencitas lo contemplaba muy de cerca y «dejaron sin limpiar, durante una temporada, la toalla que había usado para secarse».

Aguilé

Sin duda uno de los cantantes que dejaron más huella en La Vila fue Luis Aguilé, que llegó a actuar hasta cinco veces, la primera en 1963. «Parece que la célebre canción surgió después de una cena en casa del médico Pere Santandreu ‘Periquet’. Se ve que el cantante cogió la guitarra y tocó los primeros acordes. Más tarde, improvisó la composición sobre el cadafal de la plaza y luego la desarrolló, llevándola por todo el mundo. Incluso hay una versión en japonés», destaca.

Con todo, Bordoy no se limita a evocar lo que bien podría llamarse la época dorada de las fiestas de Santa Margalida, sino que prolonga este repaso hasta 2019, justo antes de la pandemia. Así las cosas, también aparecen las actuaciones, a principios de los 2000, de Antònia Font, Sexy Sadie, Horris Kamoi –probablemente el grupo que más veces ha actuado en La Beata–, Ska-P, Sidonie, Niños Mutantes, Anegats o, ya en la década de 2010, Els amics de les Arts, The Prussians o Fora des Sembrat.

Como bien reconoce el autor, todo tiene su tiempo y «las circunstancias, como las personas, no son las mismas». «Lo que no debería pasar es el espíritu que animaba esas fiestas y que debería latir en las que puedan venir en el futuro», concluye desde la plaza que acogió a todas esas estrellas.