El músico Richard Hawley.

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Suena impopular, en especial viviendo en una Isla, pero detesto el verano. Esa sensación atenazante, permanente y asfixiante de vivir en el interior de un horno me enerva hasta extremos indescriptibles desde el decoro. Por contra, adoro el invierno. Lo sé, a estas alturas ya me habrá colgado el sambenito de ‘rarito’. Y quizá no se equivoque. Lo cierto es que, más allá de hacer más apetecible el tránsito por la vía pública, el frío nos vuelve más melancólicos, ensimismados y reflexivos.

Que se lo digan a Richard Hawley, ese hombretón con aterciopelada voz de barítono que estremece y reconforta. Nacido en la ‘soleada’ Sheffield -su inevitable fuente de inspiración-, ocho discos después continúa hipnotizando con sus potentes cuerdas vocales y ese estilo que lo ubica fuera del tiempo, como un sabio cruce entre Scott Walker y Lee Hazelwood. El rock más romántico de los cincuenta y el espíritu crooner se encuentran en su garganta, que ha concitado los más encendidos elogios de la crítica especializada, quien lo considera el heredero espiritual de Roy Orbison. ¿Palabras mayores? Nah… No hay etiqueta que pese sobre su curtida espalda. Al ex compinche de Jarvis Cocker, podremos escucharle –por cortesía de la promotora RUDY sessions– mañana y el miércoles, a las 20.30 y 19.00, respectivamente. El Castell de Bellver acogerá al solicitado crooner, eso sí, en formato acústico. ¿Quién dijo que la vida fuera perfecta?

Adicto a los vinilos, este músico de talento precoz que en su adolescencia ya había escrito temas de los que no avergonzarse, se ha convertido en el crooner del siglo XXI. Se hizo con la etiqueta el día que puso en circulación la que, en mi opinión es uno de los mejores temas de la primera década del nuevo milenio: The Ocean. Si aún no la ha escuchado no se qué hace perdiendo el tiempo en estas líneas, corra al estéreo más cercano, le espera un arreón de los que dejan moratón. El inglés es uno de los garantes del sello, el legado, de gente como Chuck Berry, Sinatra, Elvis o Lennon… sus sonidos respiran en trabajos como Cole’s Corner (2005) y Lady’s Bridge (2007), sus dos primeras referencias discográficas. No es extraño, se crío escuchando los discos de su padre y viendo bailar a su madre, corista de The Everly Brothers.

A orillas de los noventa militó en Longpigs, una banda instalada en el vagón de cola del britpop, aquella experiencia por poco acaba con su vida. Entró en un espiral de alcohol y drogas que solo pudo abandonar con la ayuda de su amigo Jarvis Cocker, líder de Pulp, quien le acogió en su banda como guitarrista. Esa fue la génesis de una carrera en solitario en la que Hawley ha logrado distinguirse como una de las voces más emocionantes del nuevo siglo.

Su último disco lleva por título Further (2019), y es el primero en veinte años en el que el cantante no utiliza como título una referencia a algún lugar de su ciudad natal, la taciturna Sheffield. Aunque este gesto podría interpretarse como una palanca de cambio, en realidad no es así. Further recoge una breve pero intensa ración de sus incurables melodías de sabor añejo, maridadas en sabio equilibrio con baladas sensibles y guitarras poderosas.