La escritora Patricia Almarcegui, este jueves en la redacción de este diario. | Jaume Morey

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Patricia Almarcegui (1975), escritora, profesora, zaragozana y residente en Menorca, presentó este jueves su tercera novela en la librería La Salina (Palma). En Las vidas que no viví habla sobre la fragilidad de las relaciones familiares y el rol de la mujer en entornos sociales adversos. Almarcegui es una mujer de una mirada amplia que, a través de su obra, permite a los lectores conocer realidades invisibles y tramar nuevas miradas sobre el mismo mundo.

¿Cuál ha sido el proceso creativo?
—Se ha tratado de un proceso largo. Llevo con este libro desde hace cinco años, parte de unas treinta entrevistas a mujeres de tres generaciones diferentes y también países. Con todo ese material empecé trabajando con un manuscrito. En el libro, los lectores se van a topar con tres personajes.

¿Por qué Las vidas que no viví?
—Tiene que ver con las opciones que tomamos en la vida, pero también con las cosas que olvidamos. Las vidas que no he vivido, las que me quedarán por vivir y también de las que me apetece olvidarme.

¿Cómo surgió la idea para esta novela?
—Surgió a partir de ese conjunto de voces de mujeres, lo que vivieron, lo que debieron vivir, lo que tuvieron que superar, aquello que les hubiera gustado hacer. Tiene que ver con todo lo que estas mujeres me han contado y todo lo que no pudieron vivir.

¿Considera que las personas que lean el libro se van a sentir identificadas con las protagonistas?
—Sí, yo creo que sí. Me he intentado documentar al máximo sobre muchas situaciones sobre las hablo en el libro, aunque las generaciones, cierto, han cambiado.

¿Qué significa para usted Menorca?
—Menorca significa casa. Cuando vuelvo a Menorca me emociono y pienso que estoy de vacaciones, aunque la realidad es otra [entre risas].

Tras los muchos viajes que ha realizado alrededor del mundo... ¿Cuál cobra la entidad de hogar en su mente?
—Hogar son momentos, hogar para mí es el lugar donde me siento a gusto en un momento determinado, o es un libro. Hogar es una experiencia.

En el texto entremezcla palabras en castellano y menorquín... ¿A qué se debe eso ?
—Al principio decidí junto a la editorial poner las palabras en menorquín en cursiva, finalmente me di cuenta que quería introducir las palabras de forma natural en el texto. Así como hablo yo: porxada, rebost... Lo que uno puede escuchar cuando pasea por las calles de la ciudad.

El hilo conductor de la historia es una conversación entre dos mujeres, Anna y Pari, ¿por qué opta por una narración fragmentada?
—Poco a poco se ha convertido en mi poética, en mi forma de escribir, porque me permite trabajar más los textos, el lenguaje, en definitiva, ser más intensa.