Álex Fito, Enriqueta Llorca, Flavia Gargiulo, Margalida Vinyes, Rafel Vaquer y Bartolomé Seguí.

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Parece que, a grosso modo, poca duda cabe de que el cómic es un arte que nada tiene que envidiar a los demás y, por lo tanto, es también una profesión, un oficio. Sin embargo, no fue hasta 2007 que el Ministerio de Cultura impulsó el Premio Nacional –que ganó Francesc Capdevila ‘Max’, afincado en Sineu– y no es hasta hoy que se celebra, al menos de forma oficial, el Día del Cómic y del Tebeo.

El presidente del Clúster de Còmic i Nous Mèdia de Mallorca, Rafel Vaquer, agradece la visibilidad que implica esta celebración, pero añade que «en los países con cultura real de cómic no existe un día similar porque simplemente, producen, editan, compran y leen cómics». En esta línea, Vaquer subraya que «un viejo problema» es «el reconocimiento del oficio». «Es un arte si se quiere, pero es un oficio, el Clúster es una agrupación de profesionales. La gente te pide dibujos ‘ya que tú sabes de estas cosas’ sin valorar que es un trabajo, por tanto pagado. Actitudes que, además, también se encuentran en las administraciones e incluso en las universidades, con la excusa de la visibilidad».

Margalida Vinyes, autora de la ya mítica imagen Dona-li la volta en 2018, confiesa que «hace mucha falta reivindicar este día porque el cómic está poco valorado teniendo en cuenta que es un género muy atractivo, pues reúne en una sola obra el arte del dibujo y del guion, es una obra de arte muy completa». Vinyes lamenta que «todavía hay pocos adultos que se acerquen a él, estamos muy lejos de países como Francia, donde es muy respetado». Asimismo, denuncia que «no está bien pagado» y que «tienes que ser una dibujante muy virtuosa y muy rápida para que te salga mínimamente a cuenta, o ser una súperventas».

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Bartolomé Seguí, Premio Nacional de Cómic y colaborador de este periódico, declara que «cualquier actuación o efemérides que sirva para visibilizar nuestro trabajo siempre es bienvenida» y considera que «simplemente normaliza y nos equipara con el que ya tienen otras industrias y es una buena oportunidad para mostrar a nivel nacional lo que es la historieta». «Aunque el cómic está viviendo una época dorada, en buena parte gracias al empuje de nuevas autoras que han sabido conectar con un público lector más amplio del que nos era habitual, y de que en los últimos años hayamos dejado el gueto friki para convertirnos en objeto preciado de lectura y salgamos más en prensa, la precariedad sigue siendo habitual en nuestro sector», puntualiza.

Por su parte, Flavia Gargiulo resume que es «un día de alegría y reivindicación», pero lamenta que «nunca es suficiente y si eres mujer y autónoma todavía se complica más». «He tenido que decir que no a muchos proyectos interesantes porque no pagan las facturas. Somos pocas y tenemos que hacer mucho esfuerzo para demostrar que nos hemos ganado el sitio que tengamos; el síndrome del impostor está a la orden del día». «El Día del Cómic es el principio del camino para que gane peso y seriedad, demostrar que no es un juego ni que lo hacemos solo para niños, cosa que tampoco es indigno», añade.

Álex Fito, también colaborador de esta casa, se muestra optimista con los avances que se han dado a favor del oficio y considera que uno de ellos es el Día del Cómic. Otra cuestión es la remuneración. «A los autores nos cuesta mucho vivir del cómic, esto siempre ha sido así», asegura. Fito, de nuevo, hace referencia al esfuerzo que supone dibujar un cómic. «Tienes que dibujar mucho para hacer un cómic, mientras que una ilustración para una revista, por ejemplo, sale más a cuenta. Hay que tener en cuenta que una página puede tener siete viñetas», compara.

Enriqueta Llorca, de hecho, lamenta no haber podido trabajar más en cómics. «Solamente he participado en el libro colectivo El terror de les nenes (Disset Edició) y, por encargo del Consell, publiqué Sabateres, l'empremta de les dones de la indústria del Raiguer. No he hecho nada más por la sencilla razón de que para hacer cómic tienes que disponer de muchísimo tiempo para poder desarrollarlo y eso implica trabajar por amor al arte. Está muy mal pagado. «Hace poco me ofrecían un proyecto similar a El terror y he tenido que decir que no porque me pedían una historieta de unas veinte páginas por 200 euros», declara Llorca, quien sí cree que el Día del Cómic es algo más anecdótico en un contexto en el que «incluso hay un Día de la tortilla o un Día del orgullo zombi».