Los ganadores de los Premis Ciutat de Palma.

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El Teatre Principal acogió ayer la ceremonia de entrega de los premios más importantes de la capital: los Ciutat de Palma. Presentada por la conocida actriz Caterina Alorda, la gala transcurrió con normalidad y sobriedad, aunque no estuvo reñida con la emoción de algunos de los premiados. No obstante, sí fueron algo insípidos al perder dos premios por quedar desiertos los reconocimientos de Gastronomia y, sobre todo, Novel·la, el más jugoso de todos, dotado con 26.000 euros. Fue, sin embargo, la noche grande para todos los agraciados que se mostraron felices en una noche formal y sin grandes florituras.

El regidor de Cultura de Cort, Antoni Noguera, fue el primer político que tomó la palabra para realizar un alegato en favor de la cultura, que según él, «ha de poner a las personas primero y ser accesible, diversa, descentralizada y crear redes». Por su parte, el alcalde de Palma, José Hila, llevó a cabo su parlamento de cierre de la noche, en el cual se mostró «orgulloso de vivir en Palma» y también exclamó que «sin cultura, no hay ciudad».

Entre uno y otro político, el grueso de la noche: los premiados, los auténticos protagonistas. La primera en subir al escenario a recoger su reconocimiento fue Victòria Morell, la autora de Petricor, el sentido filme sobre los trastornos de la conducta alimentaria(TCA) elaborado junto a Nova Producciones y que alzó el Ciutat de Palma d’Audiovisuals en modalidad documental. Morell, que recogió la estatuilla de manos deJaume Ripoll y Antoni Noguera, explicó que «soñábamos con este premio» y que «no es fácil que te reconozcan en tu casa». Tras ella, ConchaVidal haría lo propio en la segunda parte del mismo premio, en la modalidad de cortometraje por I aquest és el meur cor. La artista tuvo una sentida frase para el auditorio: «Si no inspiramos ni nos inspiramos, nos morimos».

Investigación

Acto seguido sería Ariana Domínguez, la autora de una investigación sobre la labor de las mujeres en el mundo de la comercialización del pescado, quien haría acto de presencia para obtener su galardón Montserrat Cases d’Investigació recibido de manos de Jorge Luis Peralta.

Tras un interludio protagonizado por la actuación de danza a cargo de Eulàlia Bergadà, Àlex Fito entregó a Nathalie Bellón su premio por Lo flamenco, un cómic en el que explora de manera periférica este arte tan sentimental y emocionante. Bellón, que habló en catalán a pesar de ser andaluza, puso una nota de humor en su discurso.

El Premi Llorenç Moyà d’Arts Escèniques recaería en el colectivo Mal Pelo, representado por Pep Ramis y Maria Muñoz a quienes Pedro Mas hizo entrega de su reconocimiento por la obra de danza Highlands, parte final de una tetralogía sobre la música de Bach. Ambos artistas destacaron la «especial ilusión» que sentían.

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El Bonet de Sant Pere deMúsica, por su parte, recayó en Joan Frontera, Pablo Di Salvo y Teo Salvà por Ovella negra al Teatre Principal, haciendo una suerte de metateatralidad. Dado por Miquela Lladó,Frontera habló por los tres y reconoció que «la música que hacemos forma parte de todos vosotros», en referencia a los presentes y los mallorquines.

Y como la cosa iba de música, fue el momento idóneo para otra pausa que aligerara la resaca de premios y pusiera una necesitada nota de entretenimiento. Fue el turno de AinaTramullas, quien deleitó a los presentes con su actuación acústica de piano, voz y contrabajo para interpretar Per poder-te cantar.

El oasis musical dio paso a una vuelta a la retahíla de agraciados. En esta ocasión, doble. Era el turno de PatriciaGómez y MariaJesús González, las dos cabezas pensantes detrás del proyecto Habeas Corpus, 2011, seleccionado como Premi Antoni Gelabert d’Arts Visuals que, además, luego sería inaugurado en el Casal Solleric. Recibido de parte de Amparo Sard, ganadora del Ciutat de Palma en 1999, las dos artistas explicaron su interesante proyecto en la antigua cárcel de Palma: «Fue un regalo para nosotras poder trabajar con los últimos siete internos de la prisión a los que propusimos hacer un taller y, aunque estaban reacios, al final accedieron», recordó González. Su compañera, Gómez, destacó el «honor» que suponía el galardón.

La penúltima protagonista sería Alba Tarragó, quien subió a por el Premi Miquel dels Sants Oliver de Periodisme por su trabajo Assistència sexual i discapacitat, publicado en el ARA Balears y que le entregó la redactora de este diario Nekane Domblás. Tarragó hizo hincapié en el hecho de que «es la primera vez que un reportaje escrito gana este premio», por lo que no solo agradeció al Ajuntament la categoría de Periodismo, sino «valorar un tema necesario» como el suyo.

Y, finalmente, sería Jorge Fernández Gonzalo el último nombre citado para subir al escenario a recoger el Premi Joan Alcover de Poesia, el segundo con mejor dotación de toda la lista con una cuantía de 12.000 euros y que recayó en este autor por su obra Ecogrames. Enrique Juncosa y el alcalde le dieron a Fernández su premio antes de que este relatara una tierna anécdota y detallara que «la incertidumbre de ser padre» fue lo que le movió a retomar la poesía.

Tras él, el auditorio esperaba oír el premio gordo: el Llorenç Villalonga de Novel·la, valorado en 26.000 euros, pero la sorpresa fue que este galardón, junto con el de Gastronomia, fueron proclamados desiertos por sus jurados. Algo que se anunció sin querer darle demasiada importancia, pero que en cierto modo fue de lo más destacado por inesperado e inusual de una velada, como ya se ha comentado, algo insípida y excesivamente formal en la que los premios más importantes de Ciutat se quedaron sin su reconocimiento estrella.

El apunte

El Llorenç Villalonga de Novel·la y el Caty Juan de Corral de Gastronomia, desiertos

Los Premis Ciutat de Palma 2022 se entregaron ayer con el curioso fenómeno de que en lugar de darse diez se dieron ocho. Esto se debe a que el Premi LlorençVillalonga de Novel·la y el Premi Caty Juan de Corral de Gastronomia fueron declarados desiertos.

Es un fenómeno poco común si hablamos del primero de los dos. De hecho, la última vez que ocurrió fue en 2014, precisamente el primer año en el que no se aceptaban originales en castellano tras reinstaurar la posibilidad en 2006. En la anterior ocasión, el galardón, dotado en 26.000 euros, se destinó a la red de bibliotecas porque ninguna obra presentada «cumplió con los requisitos». En esta convocatoria, no se ofrecieron tales detalles.

Cabe preguntarse si el premio de Novel·la debería entregarse al mejor de los presentados, de manera que no quedara nunca desierto, o si debería abrirse de nuevo la aceptación de obras en castellano. También es interesante que el Premi de Poesia Joan Alcover no sea una obra original en catalán, sino una traducción de un texto en castellano que ha sido traducido por su utor, de origen madrileño, y presentado a este certamen.

Sí se ha dado la razón en el caso del galardón gastronómico: «Los proyectos presentados no están suficientemente argumentados», se dijo. Algo que puede ser cierto, pero no deja de ser llamativo en una categoría que tiene tan solo tres años de vida y que ha quedado desierta en dos ocasiones y que, de hecho, había recibido unas «revisiones» en 2022 para que esto no ocurriera. Al acabar la ceremonia, AinaTramullas interpretó el himno de las Islas, ‘La balanguera’, que fue escuchado de manera solemne por todos los presentes.