Carme Riera, en su casa de Cala Major. | Pere Bota

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Durante el encierro pandémico muchos soñaron con huir de las ya aburridas cuatro paredes de casa para viajar lejos. La reconocida escritora Carme Riera (Palma, 1948) también dejó volar su imaginación y de ahí surgió su nuevo libro, La pau dels somnis feliços (Edicions, 62). El resultado, confiesa, «me gusta», algo insólito, pues asegura que «no me gusta lo que escribo, lo paso muy mal cuando veo el libro impreso o cuando está en la calle. No entro en una librería porque pienso que mi libro quedará eclipsado por tantos otros que están mejor que el mío». Lo presentará este sábado 3 de diciembre, a las 12.00 horas, en Embat (Palma), acompañada por el poeta Josep Lluís Aguiló.

En 2015 publicó La veu de la sirena, donde da voz a la sirena de Andersen. ¿De dónde le viene este interés o atracción por estas criaturas?
—Siempre me han gustado mucho. Soy marítima, vivo al lado del mar y todo lo que tiene que ver con el mar me encanta, hasta las medusas. No podría vivir en un sitio lejos del mar. Cuando vivía en Estados Unidos los fines de semana me desplazaba 250 kilómetros para ir y otros 250 para volver del mar, que era el Atlántico y no tenía nada que ver. Para mí tener el mar cerca es una necesidad terrible. La veu de la sirena fue un encargo en el que me pidieron que hiciera un contrapunto a la sirenita de Andersen y, de hecho, el volumen incluye la versión traducida por Josep Carner. Pero este nuevo libro es mío al cien por cien e hice lo que me dio la gana. Sin embargo, aunque fue un encargo, me lo pasé tan bien escribiéndolo, además lo hice aquí en Mallorca, que me quedó en la cabeza la ilusión de hacer otra sirena. El confinamiento es el que le dio las alas que necesitaba.

En La veu de la sirena, la sirena cambia su cola de pez por unas piernas, dispuesta a perder su voz, pero resulta que las sirenas en realidad tienen alas, como los pájaros. De hecho, en La pau dels somnis feliços intercambia sus alas por brazos. ¿Siempre hay algo que queremos cambiar?
—Son criaturas del cielo, aunque viven cerca del mar y tienen en común el canto hipnotizador. Y sí, siempre queremos cambiar algo, las morenas quieren ser rubias y las rubias, morenas, por ejemplo. Pero no solo en el sentido del aspecto físico, aunque las clínicas estéticas están llenas. En mi caso, tengo muy mal oído, aunque disfruté de la ópera [en referencia a L'Arxiduc, estrenada la semana pasada en el Teatre Principal de Palma, con libreto suyo y música de Parera Fons]. De pequeña me echaban de los coros porque no sabía cantar. Esa es una de mis carencias.

Qué preferiría, ¿alas para volar o brazos para abrazar?
—¡Brazos! Precisamente una de las cosas que eché mucho de menos durante la pandemia era que no podías abrazar ni tocar a nadie.

La pau dels somnis feliços es un cuento, una rondalla para adultos, aunque a primera vista el diseño y la ilustración parezcan de una delicadeza infantil...
—Es un cuento para adultos, pero supongo que se puede leer a niños, aunque en una versión adaptada por según qué pasajes... En realidad está pensado para lectores de más de 12 años. Es fácil de entender.

¿Mallorca o las Islas podrían ser territorio de sirenas?
—Evidentemente que sí. No sabemos qué relación tenían las gentes de los talayots con otras islas. Un amigo me comentaba que hay palabras de esa época, por ejemplo uep, que me encanta y lamentablemente ya se está perdiendo, que no tiene nada que ver con el latín o el árabe. Es una especie de referencia que nos puede unir con la época talayótica. El período en el que sitúo la historia todavía es más antiguo, porque sí que es verdad que la literatura clásica nos comienza a decir que el momento en el que las cosas cambian para peor es cuando la gente quiere salir del lugar que le vio nacer. Para Mallorca esto es interesante. He conocido a gente mayor, o no tanto, que no ha visto nunca el mar, que también da mucho miedo. Hay un dicho muy conocido: «La mar tapa i fa forat».

La sociedad de las sirenas, cuenta, es matriarcal y feminista, algo que, paradójicamente, es moderno para una época tan remota. Ellas son las que mandan y escogen a los amantes o incluso pueden optar por no procrear.
—Exacto. Las sociedades matriarcales eran muy modernas. Yo defiendo que la maternidad no la pierdes aunque no tengas hijos. Es decir, tú tienes la posibilidad de tenerlos, pero puedes decidir no tenerlos. Todas tenemos la posibilidad de ser madres, algunas la quieren y otras no, pero por eso no dejas de ser más o menos femenina.

En el relato, la protagonista es Nisa, una sirena adolescente que descubre la sensualidad en este viaje más allá de su casa, de la isla.
—Descubre muchas cosas: olores, sabores y, finalmente, que un abrazo puede ir más allá de lo físico elemental para convertirse en una unión absoluta. Y descubre el deseo como mucha gente lo ha hecho: mirando.

Decía que ambas sirenas, la de cola de pez y la alada, comparten el poder del canto, capaz de petrificar o de encandilar. ¿Es ese el poder de la lengua?
—Una palabra puede matar y un canto también. Las sirenas pueden dejar a la gente embelesada y por eso se decía que eran malas, porque conducían a los hombres al desastre. Y todo viene del mito bíblico: quien tenta a Adán es Eva, aunque él es tan tonto que se deja tentar. Ahora lo vemos en Irán con los velos y los cabellos. Los judíos fundamentalistas integristas también dicen que las mujeres deben llevar la cabeza cubierta, pero como son más hipócritas han inventado algo fantástico: puedes llevar peluca. Entonces como no es tu pelo no se sienten tentados. Es alucinante.

El cuento habla también de la libertad. La sirena se pregunta cómo puede ser que tenga alas para volar lejos pero se limite a desplazarse por los mismos lugares.
—Es la pregunta que nos hemos hecho las mujeres hasta ahora: por qué si tengo la misma capacidad para estudiar que mis hermanos no lo puedo hacer. ¿Por qué solo puedo ser maestra o enfermera?

También es un homenaje a la tradición oral. De hecho, la historia la cuenta una abuela.
—Sí, está dedicado a las abuelas que cuentan historias y rondalles, aunque ahora los niños prefieren las tablets... La princesa que aparece en el cuento nos evoca a Las mil y una noches, aunque la sirena es absolutamente remota y los humanos, en esa época, debían de ir desnudos y comer hierbas. Me interesaba lo que supone la imaginación.

¿Habrá más cuentos de sirenas?
—Alas, cola... no sé qué más podría encontrar a la sirena. El otro día comentaba que si pudiera tener brazos y alas me gustaría tener ambos, aunque si todas tuviéramos las dos cosas los modistas tendrían mucho trabajo para hacer una moda agradable... Hay un mito famoso de Platón, en El Banquete, en el que habla de un ser particular, el andrógino. Cuenta que antes las personas tenían un doble cuerpo, pero los dioses pensaron que no era conveniente que la gente fuera tan poderosa, así que los separaron por la mitad. Por eso buscamos nuestra mitad perdida, que pueden ser dos hombres, hombre y mujer o dos mujeres. Eso explicaría el interés por el propio sexo o por el heterosexual.

¿Cuál será su próximo libro?
—Estoy a punto de terminar una novela, aunque no saldrá hasta dentro de un tiempo, para Sant Jordi de 2024 supongo que sí. Solo puedo decir que gira en torno a un tema que a todos nos preocupa: qué hay después de la muerte. Otra cosa que puedo avanzar es que sucede entre Estados Unidos y Mallorca, como tantas otras veces.