El organero Gerhard Grenzing posa frente al órgano de Sant Jeroni, el cual restauró. | M. À. Cañellas

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Mallorca está repleta de joyas patrimoniales. Algunas más escondidas que otras. Es el caso del órgano del monasterio de Santa Elisabet, conocido popularmente como Sant Jeroni. Se trata de un caso excepcional construido por Mateu Bosch en 1746, heredero de otro que data de 1600, y que es tan espectacular como impresionante en su sonoridad. Mañana, a las 12.00 horas, la organista Montserrat Torrent, «maestra entre maestras», le sacará todo el rendimiento con un repertorio barroco y renacentista, pero para que todo esté a tono, nunca mejor dicho, el organero Gerhard Grenzing se encargó ayer de su afinación. Y quién mejor que él, que fue el encargado de su última restauración allá por 1969.

A sus 80 años, Grenzing suma una larguísima carrera dedicada a este instrumento al que, reconoce, hay que aproximarse «con respeto». Reconocido con la Creu de Sant Jordi que otorga la Generalitat de Catalunya, más de 170 órganos ha construido o restaurado, incluido el de Sant Jeroni, en el año 1969. Su primera impresión fue una «gran sorpresa por su calidad sonora y el estado de conservación», además de la «expresión musical sorprendentemente mallorquina», representativa de la escuela ibérica y del «maestro Bosch, que no tuvo una gran producción cuantitativa, pero sí cualitativa». Para Grenzing, está claro que «en Mallorca hay un gran patrimonio en órganos, pero este es la joya».

Repaso

Ahora, más de medio siglo después de ese primer encuentro, para Grenzing es obvio que «el órgano necesita pasar una pequeña ITV, pero en realidad no ha tenido ningún mantenimiento ni lo ha necesitado. Aquí está», señala no sin algo de satisfacción, y reflexiona: «Un órgano bien hecho no tiene fin». En cuanto a los enemigos del órgano, para Grenzing son tres: «Los insectos, como la carcoma, la humedad y el humano que no sabe respetarlo, es decir, el bicho de dos pies». Por ello, por oposición a estos males, lo que necesita este instrumento es «recibir el mensaje que intenta transmitir y que viene de otros tiempos, adquirirlo e inspirarse en él». Asimismo, Grenzing teje un paralelismo entre cuidar un órgano e ir a casa de un vecino: «Tocas a la puerta y te quedas en ella, no entras sin permiso. Ese es el gran fallo de muchos restauradores: no saben quedarse en la puerta», alecciona.

Por todo ello, este maestro organero con años de experiencia enumera los secretos de sus pacientes musicales, los órganos: «La calidad, la voluntad y el querer traspasar a futuras generaciones esta sonoridad». Esto último es, de hecho, algo que puede hacerse hoy en día todavía, ya que «el órgano está por descubrirse» y la «sociedad actual tiene un gran deseo de buena música, serie, e interpretada con fundamento y el órgano de Sant Jeroni es capaz de sublimar al público».

Finalmente, a Grenzing no se le ocurre mejor intérprete para la ocasión que Montserrat Torrent, quien mañana mostrará su «capacidad de entender este instrumento, algo que comparte con nosotros, los organeros» y será capaz de llevar a cabo el cometido del aparato: «Dejar un mensaje en el público, influirle, porque los órganos eran y son, por llevarlo al lenguaje de nuestra época, los influencers de la suya».