El artista Salvador Llinàs.

TW
0

Salvador Llinàs (ses Salines, 1985) confiesa que tiene un gran defecto: carece de una buena memoria, al menos, a corto plazo. Eso provoca que «cada vez que empiezo a pintar es como si lo hiciera por primera vez; no sigo un patrón preestablecido». «Es un defecto y una virtud a la vez. A veces me pasa que me pregunto cómo empecé una obra concreta y me fastidia mucho no poder recordarlo. Aunque así es seguro que no me repito», reconoce Llinàs, que esta tarde, a partir de las 19.00 horas, inaugura una nueva exposición en la Galería Begbie & Coll de Palma (Can Sales, 5): Vertigen.

Sobre este título tan angustioso, el artista señala que «el vértigo es una sensación desagradable, pero también tiene su parte buena. Sentimos vértigo por el miedo a lo desconocido o ante una situación incómoda. También puedes sufrirlo cuando estás a una cierta altura y te quedas bloqueado o incluso puede referirse a la enfermedad. Sin embargo, al mismo tiempo creo que no siempre es algo malo e incluso te das cuenta de que eres capaz de hacer más cosas de las que crees».

Tal vez, apunta, la palabra que predomina aquí es «miedo», pues «todas las emociones te crean un sentimiento de vértigo, pero después lo superas. Y eso es lo que quería plasmar en las obras a través de los colores diversos, las irregularidades y las descomposiciones». De hecho, Llinàs confiesa que «hace unos años me inicié en el mundo de la escalada, a nivel amateur, para superar mi miedo a las alturas, mi vértigo. Conocí a una persona y a raíz de ahí empecé a ir al rocódromo y fui capaz de subirme a sitios a los que antes no podía».

En su obra también se refleja la superación de esta sensación, con un trazo espontáneo y libre.

La muestra Vertigen, que podrá verse hasta el próximo 23 de julio, está compuesta por una colección de 15 piezas, aunque es susceptible de ser ampliada. «Nunca cierro ningún proyecto del todo y, a veces, recupero trabajos de hace unos años. Cuando empiezo una obra, nunca sé cuándo la voy a terminar y a menudo cambia la forma de afrontar la pieza también. A veces hago esbozos previos y, otras en cambio, nada. A menudo intento que mis obras hablen sin palabras. Y, a veces, que sencillamente puedan no decir nada», cuenta. «En esta vida es importante aprender a ser imperfectos, con lo que somos y con lo que hacemos», concluye.